Podemos ver como los dos “hermanos” viven en una casa gobernada por la madre, representante de ambos luchadores, el padre, alguien que ha pasado a ser una figura autoritaria de cuarto calibre y las siete hermanas, súbditas de la madre. En las escenas en las que vemos junta a la familia es donde reside la fuerza de la película y resalta. Pero como en toda película, siempre hay un hecho determinante que marca su rumbo. Después de un incidente con la policía, Dicky acaba en prisión y Micky con una mano rota y sin representante.
Christian Bale es el verdadero protagonista de esta película, sin desmerecer a Wahlberg, muy fino; porque el actor galés ha demostrado otra vez más su faceta camaleónica que ya hemos podido apreciar en películas como “El Maquinista”, donde quedó prácticamente en los huesos para interpretar el papel. Esta vez Bale no sólo tiene que adelgazar de nuevo para hacer el personaje del drogadicto creíble, sino que su actuación encarna perfectamente a un “yonki” que hará preguntarse a más de uno si el tipo que aparece en pantalla es el Batman de Christopher Nolan. Grande demostración de Bale que opta a su primer Oscar y que lleva demostrando su talento desde niño con “El Imperio del Sol” (Steven Spielberg). No obstante, otros actores también hacen grandes trabajos como el propio Wahlberg, desmerecido entre tanto halago a Bale, Melissa Leo, en el complicado papel de madre y Amy Adams, interpretando a la novia de Micky y que marca el contraste con la familia de los boxeadores .
En definitiva, película de boxeo que no va de boxeo, donde el deporte es sólo (sí, soy un rebelde de la RAE) una excusa para mostrar el entorno bizarro del boxeador pero, eso sí, sin desmerecer las escenas dentro del cuadrilátero. Una película con una ambientación muy lograda (rodada donde pasaron los hechos) y con un reparto de lujo. Basada en hechos reales, o eso dicen.