Me gusta cómo es Mario. Hombre de poco hablar y de mucho bailar.
En las fiestas no discrimina a nadie y guarachea con colegas, alumnas confirmadas, de nivel intermedio o principiante. Es una máquina de bailar. No es el profesional más joven del circuito pero nos deja rendidos. Seguirle el paso en lo que a descargar bailando se refiere no es fácil. Me veo aún —ya ni sé en qué país— tumbado en uno de los sillones puestos a nuestra disposición, admirativo ante su resistencia y preguntándole a, tampoco recuerdo quien: pero, ¿qué edad tiene "el diamante”?
“El Diamante de la salsa”. Su apodo le queda como anillo al dedo, como anillo con diamante por supuesto. Me atrevo a decir que hoy por hoy no hay mejor exponente del Son en Europa. ¡Es una joya!
Mario además tiene una especialidad. Es el autentico rey de los
tornillos. En el Son se le llama así a la figura en la cual el hombre o la mujer, sostenido por su pareja, baja en un pie y gira en torno a este como eje. El bailarín en general desciende más.
Inclusive se "acuesta" poniéndose totalmente horizontal. De este modo, dicho sea de paso, me lesioné yo el año pasado. En una muestra de exquisito “cabotinaje” (histrionismo), Mario suele imitar el bostezo con la mano antes de colocarse en decúbito.
Guardo cual reliquia un e- mail en el cual el maestro me felicita por mi manera de enseñar. Guardo cual diamante de maravillosas y perfectas facetas, momentos de gracia de sus espectáculos.