Equipo Grandville/
—Una tormenta como esta podría durar toda la noche… y todo el día de mañana —dijo William Davidson mientras miraba por la ventana.
—Will, corre las cortinas, que es tarde —pidió Emily, su mujer, mientras le daba de comer a Willy, su hijo de dos años —. ¿Ves algún vecino que esté mirando por la ventana?
Un pequeño matiz de ironía asomó por esa pregunta. Su marido la miró durante unos segundos antes de volver a mirar. A pesar del mal tiempo, le gustaba ver el paisaje que rodeaba Grandville, cada vez con más casas y nuevas gentes.
—Me parece que ésta va a ser una noche molesta —comentó William mientras agarraba las cortinas por los bordes. Antes de juntarlas para tapar la ventana, se detuvo y miró hacia las oscuras nubes que había sobre su casa. Le llamó la atención los relámpagos sin ruido que empezaron a sucederse desde hacía escasos segundos. Uno tras otro. Entonces, algo tenuemente brillante asomó por el techo de nubes mientras una serie limitada de rayos lo seguían a su alrededor—. ¿Un meteorito? —Pensó en voz alta.
—¿Cómo? ¿Qué meteorito? —Preguntó su esposa.
—Ven rápido. Está cayendo algo del cielo. Parece un meteorito, pero… es extraño. Parece que va más lento.
Los rayos desaparecieron y el supuesto meteorito se aproximó a menos velocidad hacia los bosques cercanos a la casa de los Davidson. Decididamente, cada vez disminuía la rapidez.
—Se dirige a los bosques —afirmó Will mientras cogía su abrigo y caminaba hacia la puerta.
—Will, ¿estás loco? ¿Cómo vas a salir con un temporal así?
—Como sale todo el mundo, Emily. Vuelvo enseguida, no te preocupes.
El sentido aventurero de William pudo con él. Salió a toda prisa, subió al coche y arrancó rápidamente. Condujo por los serpenteantes caminos del bosque. Era uno de los pocos bosques que aún conservaban una gran extensión prácticamente libre de humanidad. Los demás estaban desapareciendo a medida que las afueras de Grandville se iban poblando. Y lo cierto es que lo hacían muy rápido. Will estaba seguro de que aquel supuesto meteorito tenía que haber caído en alguna zona cercana al pequeño lago del bosque, no a muchos kilómetros de su casa.
En medio de la lluvia incesante y los deslumbrantes relámpagos, consiguió llegar hasta un puente de madera que cruzaba la parte más angosta de aquel lago, donde casi parecía un río. Detuvo allí el coche y miró hacia ambos lados del lago. Entonces vio, en una de las orillas cercanas a él, un objeto extraño, con luz en algunas partes. Parecía estar… flotando.
—¿Qué demonios será eso? —Se preguntó Will.
Se acercó con dificultad, debido a la lluvia. Cuando ya estaba a dos pasos, se llevó las manos a la cabeza al ver lo que era. Una especie de nave espacial de pequeñas dimensiones. Pero no era eso lo más espectacular. Dentro había alguien, una niña, abrigada por la luz que la protegía de la lluvia, algo así como un campo protector. Parecía de la misma edad que su Willy.
Sin pensarlo dos veces la levantó de forma suave y la sacó del vehículo flotante, junto con la manta que traía. En ese instante, se sobresaltó al oír un susurro proveniente de la nave. La voz pronunció unas palabras incompresibles para William, pero la última pareció referirse a la pequeña, llamándola Kara.
La niña dormía, y siguió así aun cuando algunas gotas empezaron caer sobre la suave piel de su cara.
—Dios mío… pero ¿de dónde vienes?
William vio que en la nave había un brazalete, el cual tenía un símbolo, una especie de 8, o quizás una S. Lo agarró y se lo guardó. En ese momento, la nave se cerró y cayó al fangoso suelo de la orilla.
William decidió volver al coche lo más rápido posible y regresar a casa. La nave tendría que esperara al día siguiente o quizás más tarde, cuando la tormenta pasase.
Emily se quedó paralizada al ver a su marido volver con una niña en brazos. Cuando él le explicó lo que había sucedido, ni él mismo podía creérselo. Pero allí estaban las pruebas: la pequeña, su manta y aquel brazalete, demasiado grande para ella aún…
—¿Qué vamos a hacer? —Le preguntó Emily.
—No podemos ir a la policía y explicar cómo la encontré —guardó silencio unos segundos y entonces volvió a hablar—. Emily, ¿aún tienes contacto con tu ex-novio, Samuel?
—Creo… creo que sí —Emily pensó en lo que le había preguntado su esposo, comprendiendo el porqué. Samuel trabajaba desde hacía tiempo con los de adopción, en Grandville—. ¿Quieres adoptarla?
—No podemos abandonarla así como así, Emily, ni siquiera por medios legales, para que se encargue otra persona de ella... Llegó en una nave espacial, ¡por Dios! —Se detuvo para tomar aire y pensar un poco—. ¿No querías que tuviésemos otro hijo, sobre todo si resultaba una niña?
—Sí —contestó dudando, con miedo ante la situación—. Pero esto no es lo que yo esperaba…
—Esto no se lo esperaba nadie, seguro… Está bien, pensaremos mejor sobre esto por la mañana. Ahora démosle algo de comer. No sé si tenga hambre o no, es que desde que despertó no hizo más que mirarnos. Pero no llora.
Emily le dio a la pequeña un poco de papilla, igual que a Willy. Comió sin dejar de sonreír. Al mirarla, Emily se puso a pensar en quiénes y cómo serían sus verdaderos padres . ¿Serían realmente personas ajenas al planeta? ¿O era una broma pesada de algún…? No, no podía ser una broma, así no. Fuese cual fuese la verdad, tenían ahora a una niña de dos años sin padres y, al parecer, con mucha hambre. Verla con esos ojitos azules mirándola y con esa sonrisa inocente, a la vez que intentaba decir algo (y quizás lo hacía, aunque en otro idioma), le ablandó el corazón.
—Tienes razón —dijo Emily—, ya pensaremos en esto mañana.
Observó la tranquilidad y la confianza que parecía tener con ellos y supo que la idea de adoptarla era la más acertada, quizás.
No podían abandonarla así como así.
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