De sus seis hermanos, sólo tres lograron sobrevivir a la infancia. Uno de ellos era Arturo, el heredero, quien se casó con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos.

Enrique VII, el entonces rey de Inglaterra, quería mantener la alianza con el imperio español, y decidió que, para que siguiera el pacto, su hijo Enrique, ahora heredero, se casara con Catalina de Aragón, la viuda de su hermano. Según la Biblia, si un hombre tomara la esposa de su hermano, la unión de estos no podría tener hijos. Esto, por la época y siendo reyes, no podía permitirse. Es por eso que el Vaticano tuvo que dar el visto bueno a la unión de Enrique VIII con Catalina, que aseguraba que su matrimonio con Arturo no se había consumado. Lo que ahora podría llamarse luna de miel no fue positiva para Arturo. Una infección, probablemente por hantavirus, hizo que el joven príncipe muriera a la corta edad de 15 años. La consumación de su matrimonio es una incógnita que nunca se pudo demostrar del todo y que traerá consecuencias en la vida de Enrique.
