—¡No pasa nada! ¡Tranquilos! Está tan perfectamente bien que ni siquiera se ha despertado.
Todos aplaudieron contentos y Trapisondas aprovechó para fotografiar el beso que se dieron Tadeo y Milagritos con su hijita en brazos y el pequeñín Fidelio en la cuna. Los invitados comenzaron a retirarse a sus casas demasiado afectados por el acontecimiento que podía haber sido muy grave y la Doctora Antoñita tuvo que dedicarse a poner en orden las plumas del cuervo que tuvo la mala ocurrencia de querer comerse a la pequeña babosita Maritere.
Pronto llegó la noche y mientras las hormigas acompañadas de las cochinillas y los escarabajos peloteros se ofrecieron para dejar limpio el jardín, la familia de Tadeo y Milagritos se refugiaron en su casa debajo del girasol y antes de acostarse se tomaron una tila con poleo para calmar tantos nervios como habían pasado. Y es que en esta vida siempre hay que estar preparados para las sorpresas inesperadas.
