Pero bueno, como tiene que haber gustos para todos, esta circunstancia hacía más divertida la rivalidad.
Ya terminaba el recuento, sólo quedaban las dos últimas papeletas y el Topillo Pitymy y el Caracol Tadeo estaban empatados a puntos, cuando el Jefe de Mesa, el sapo Pupitas, las leyó, las dos cayeron hacia el bando de Tadeo lo que le hizo dar a Milagritos un salto que por poco se hace un chichón con el techo de su casa.
Todos salieron a la calle con sus banderolas en la mano gritando: ¡Ta-deo, Ta-deo!! y Milagritos más guapa que nunca, agarró a Trapisondas por el brazo y no la soltó hasta que acabó el rollo de fotos entre su marido y ella.
Pero como en estos festejos siempre suceden cosas para comentar, aquel día también sucedió algo inesperado. Cuando estaba todo el gentío gritando: ¡¡Tadeo para Alcalde, Tadeo para Alcalde!!, a Milagritos no se le ocurrió otra cosa que empujar a su marido para que se subiera a la tarima a saludar a los ciudadanos que allí se habían reunido y como estaba tan orgullosa y tan contenta de ser la alcaldesa, o así ella lo creía, también se subió para hacerle compañía a Tadeo. Mientras saludaban con la mano y tiraban besitos al público, los dos saltaban sobre la tarima muy contentos mientras gritaban: ¡Viva el jardín de Milagritos!, y no se sabe muy bien como fue pero el caso es que, en uno de los saltitos, pegaron un resbalón y fueron a parar muy abrazaditos, al barril lleno de agua con hielo donde se refrescaban las coca-colas que ofrecía gratis el futuro Ayuntamiento.
¡Bueno, bueno, bueno! Los abejorros que estaban de guardia para que no hubiera ningún desorden, empezaron a llamar por sus radios a toda la policía porque veían que, sin haber empezado todavía, ya se quedaban sin Alcalde. En un santiamén estaban allí las avispas policías, los moscardones con sus instrumentos, todos los abejorros que estaban de guardia y las polillas con sus helicópteros volaron bajo por si eran necesario su apoyo.