Sólo la víctima y el acusado parecían saber la verdad de lo acontecido. El fiscal llamó a declarar a su único testigo, el contramaestre afectado, o lisa y llanamente, el violado. Este tomó asiento en el banquillo correspondiente, visiblemente nervioso y muy avergonzado ante la gran cantidad de público presente. Sir Oswald fue derecho al grano:
—Mister Put, ¿Puede usted decirnos en sus propias palabras qué fue lo que sucedió en la madrugada del día que nos atañe?
—Si señor. Recuerdo que la noche anterior habíamos estado festejando el éxito de nuestra última incursión en un bergantín francés con un valioso botín. Bebimos grandes cantidades de ron y whisky. Yo estaba tan borracho que no alcancé a llegar a mi camarote. Quedé tendido inconsciente sobre cubierta. Cerca del amanecer me despertó una horrible sensación en el trasero y noté que el Capitán estaba sobre mi espalda forcejeando y jadeando su aliento cerca de mi nuca.
—¡Ahá! —exclamó Sir Oswald con aires de triunfo— ¿Puede el acusado explicar su comportamiento en esta situación y responder con su propia versión del hecho?
El Capitán Spencer miró primero a su abogado, que asintió discretamente con su cabeza y entonces se puso de pié. Impávido, paseó su vista por la multitud de espectadores y el panel de jueces y dijo con calma:
—Mister Put sólo contó una parte de la historia. La última parte. ¿Puedo caminar hasta el medio de la sala?
Los jueces y el fiscal asintieron, no hallando objeción a este pedido y el famoso pirata comenzó a caminar trabajosamente desde su lugar hacia el centro mismo del salón para que todos lo pudieran ver bien. Clac, cloc, clac, cloc resonaban sobre el piso los pasos de su pata de palo derecha, que terminaba en una punta cónica. Todos los presentes contuvieron la respiración anticipando las próximas palabras del bucanero. Presintiendo escuchar la verdad de lo que realmente había pasado. Este se irguió cuán alto era y prosiguió:
—Después de la celebración, todos nos fuimos a dormir la borrachera. En mitad de la noche tuve ganas de ir al baño y mientras caminaba semidormido por la cubierta nunca imaginé que este idiota iba a estar echado allí, en mi camino, boca abajo. Mi pata de palo lo ensartó, tropecé y caí encima del infeliz. Eso es todo.
Luego de varios minutos de incontenibles carcajadas, dentro y fuera del recinto, la corte procedió a desestimar inmediatamente los cargos y el caso fue archivado para los anales, literalmente, de la práctica legal sajona.
![]()