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ZK - NOVIEMBRE 2009

Relato corto: Encuentro al anochecer| Isis_/
 



Una brisa fresca hizo que se estremeciera en medio de la noche entre sus sábanas. La ventana estaba abierta y las noches de verano cada vez eran mas frescas dando paso al otoño. Debía levantarse y cerrarla o al amanecer el descenso de temperatura la acatarraría. Pero cuando abrió los ojos de cara a la ventana una sombra le llamó la atención haciendo que se sobresaltara, había alguien agazapado en la ventana que no le quitaba ojo.
No sabía cuanto tiempo llevaba allí aquel individuo, no había escuchado ningún ruido anunciando su llegada y ¡por Dios! ¡vivía en un ático! ¿¡Cómo era posible!?
Debería estar asustada, debería tener miedo, salir corriendo o gritar pidiendo ayuda, una situación tan extraña y lo único que sentía era ¡sorpresa! Estaba como hipnotizada.
La figura se perfilaba aun inmóvil en la ventana, esperando como una estatua. Ella se preguntaba que ocurriría a continuación cuando el individuo se deslizó al interior de su cuarto, sin hacer ningún ruido, casi flotando en una corriente de aire y cayendo lentamente al suelo. El corazón se le detuvo por un momento…
Se acercaba, muy despacio, a pasos cortos y sin dejar de mirarla. Era alto, con el pelo lacio cayendo hasta los hombros en una melena clara, su tez era blanca como la leche y su figura esbelta bajo su negra vestimenta. No podía verle la cara porque se encontraba de espaldas a la tímida luz de la luna, pero sabía que sonreía, sabía que ella había caído en si embrujo…
Cada vez estaba más cerca, tanto que ya casi podía oler su aroma a jazmín y a lluvia, una dulce fragancia que aspiró por la nariz cerrando los ojos de placer, cuando los abrió de nuevo él ya estaba ahí, a pocos centímetros de su cara, inclinado sobre su cuerpo con una mano a cada lado pero sin ni siquiera rozarla y de lado a la ventana permitiéndole ver sus inolvidables ojos ámbar fijos en los suyos.
La visión se hizo eterna, era el ser más bello que había visto nunca, y sus ojos… un millar de sentimientos reunidos en uno solo, deseo…
Estaba tan perdida en su mirada que tardó unos instantes en darse cuanta de lo que acababa de ocurrir, un escalofrío de placer recorrió su cuerpo cuando aquellos labios tersos y fríos rozaron los suyos con delicadeza, casi sin tocarla, con sumo cuidado y tanta suavidad…
En unos segundos se agolparon en ella multitud de sensaciones, quería más, no se conformaba con aquel tierno beso, se apretó contra su boca ansiosa. Rodeó su musculoso cuello con sus brazos, acarició su sedosa melena con gusto mientras sus lenguas bailaban una curiosa danza.
Sabía a miel…
Bajó las manos de su cuello por sus brazos tocando su aterciopelada piel y se separó de él. Una sonrisa de triunfo se dibujaba en su cara varonil cuando lo miró de nuevo, la tenía, ella era consciente y por mucho que quisiera no podría resistirse a él.
De pronto el extraño pasó uno de sus fuertes brazos alrededor de si cintura y la acercó a él. Era como un bloque, grande y frío, pero que llenaba de calor su interior, la tenía apresada y eso le gustaba, lo vio en él antes de que le besara los parpados, la nariz y su boca con inquietante ternura. Bajó a su cuello y deslizó su lengua por él hasta llegar a su oreja donde se entretuvo jugueteando con el tierno lóbulo.
Ella no podía más que abrazarlo y disfrutar del placer que le estaba otorgando. Retuvo la respiración y tragó saliva cuando siguió su descenso hasta su escote, deteniéndose en aquella línea que separaba sus pechos bajo el fino camisón de seda.
El corazón le iba a mil, casi podía oírlo retumbar en su pecho cuando él dejó caer mil besos sobre su piel.
Quería más y no sabía como pedirlo, se había quedado muda, pero estuvo apunto de gritar cuando él se separó de repente. De nuevo se miraron y sorprendida pudo ver que aquel bello ser jadeaba como ella, el ansia contenida se atisbaba en sus dorados ojos.
Ella sabía a que había ido, y aunque en un principio se negó a aceptar ese deseo, en ese momento quería dárselo. Esta vez ella fue la que se acercó a él, de nuevo era una estatua, beso aquella rosada boca inmóvil, puso sus manos a cada lado de su fría cara, alzó la cabeza y bajó la de él hacia su cuello con lentitud. Notó la respuesta a su atrevimiento al instante, un beso largo, su lengua húmeda buscando aquel lugar peculiar y después un pequeño pinchazo, su carne desgarrándose, la sangre saliendo a borbotones de su sensible vena rasgada y seguidamente la urgencia por beber de aquel ángel de la noche…