Diego Bras Harriott, un hombre sencillo, preciosista, detallista... minimalista. Cuando nos acercamos a su blog, una frase allí explica su “Leit motive” en esta vida: “buscador de pequeñas ilusiones para el alma”. Ese es su cometido y nosotros quisimos echarle una mano, pues creemos que un mundo sin ilusiones no es mundo... y sus artífices son la base.
Nada escapa a su curiosidad, el arte corre por sus venas y disfruta de cada trabajo: sea pintando, creando accesorios de bijouterie, miniaturas, dibujando, escribiendo... incluso con cáscara de huevo ¡hace verdaderas bellezas! Está muy claro que Diego no se pone límites en cuanto a afrontar desafíos y lo demuestra con las magníficas obras de arte que compone. Este primer mes del 2011, nos fuimos hasta Argentina para ver cómo trabaja Diego y que nos cuente con sus propias palabras quién es y de qué están hechas sus ilusiones.
—¡Hola Diego! No es difícil adivinar el talento que tienes tan solo con visitar tu blog, ¡haces cosas increíbles, eres todo un artista! Pero ahí llegaremos en un momento. Me gustaría que te presentes y nos cuentes de dónde eres. Lo pregunto pues sé que vives en Argentina, pero por tus apellidos..., ¿vasco francés acaso?
—Mi nombre es Diego Bras Harriott, tengo 39 años. Nací un 18 de septiembre de 1971, en la ciudad de Buenos Aires. Un mes antes de lo previsto, bajo el signo de virgo y del Jabalí en el zodíaco chino. Según me han contado, un sábado de lluvia torrencial y, a pleno medio día. Insufrible desde el vamos.
Mi apellido, es de origen franco-inglés, tengo entendido que fue unificado por mis bisabuelos o tatarabuelos. Hasta donde sé, la familia proviene de Toulouse, Francia. Pero no estoy seguro de cuando se radicaron aquí en Argentina. Eso sí, con el francés no voy.
De mi más tierna infancia el único recuerdo que tengo, es vivir con mi madre. Mis padres se divorciaron cuando yo era muy pequeño. Es un período del tiempo que quedo entre baches de recuerdos. Por ejemplo, un campamento con bote en Villa la Angostura, Neuquén. Los veranos en Ascochinga, en Córdoba. Y esa temporada en Corrientes, en el campo que administraba mi tío Cirilo.