Con más de 30 años, el Rey seguía sin tener un heredero que continuara la estirpe de los Tudor. Con Catalina de Aragón no podía engendrar ningún hijo varón que siguiera con vida. Muchos tienen la teoría que o bien Catalina o bien Enrique tenían sífilis.

Es por eso que, con más de 40 años y produciendo un gran cambio en todo su reino, el Rey decidió pedir el divorcio de Catalina alegando que su matrimonio no cumplía los deseos de Dios expresados en la Biblia.
El Vaticano dio por buena la decisión que tomó con anterioridad sobre este tema, alegando que el matrimonio entre Enrique y Catalina era buen visto para los ojos de Dios dado a que el Papá ya dio el visto bueno.
Enrique, frustrado por la decisión del Vaticano, decidió separarse de la Iglesia y divorciarse de Catalina de Aragón.
Se nombró a sí mismo líder de su propia Iglesia y se otorgó el divorcio para casarse con su segunda reina, Ana Bolena, de una familia protestante.

Su reforma hizo que se produjeran varios conflictos religiosos en Inglaterra. Se encontraba en un cambio de ciclo y en su corte había dos tendencias: los católicos, conservadores que estaban a favor del régimen anterior de Inglaterra con la religión, y los protestantes, que captaban las ideas que llegaban de Alemania de la mano de Lutero.
Evidentemente, Enrique quería mostrarse como un líder fuerte y no podía permitir que en su entorno hubiera voces contrarias a sus decisiones.
Es por eso que muchos católicos fueron condenados a morir por mostrar resistencia a las órdenes en cuanto a la religión del Rey. Entre estos mártires, se encontraba Tomás Moro, escritor de “La utopía” y que había sido maestro de Enrique.