Volviendo a lo nuestro, eso de mantener el champagne frío evita en parte que el gas escape rápidamente, pero no es más que retrasar lo inevitable. Vayamos ahora a lo de la cucharilla.
LA CUCHARILLA Y EL GAS CARBÓNICO EN AUGA
Es difícil saber cuándo comenzó esta “historia”. Lo que es cierto es que se trata de un tipo de axiomas acientíficos que responden a eso de “siempre se ha hecho así” o “porque si”, y que acaban a fuerza de repetirse convirtiéndose en “verdad”.
Algunos sitúan el comienzo de esta costumbre a cuando los ingleses nobles fumaban el tabaco que acababa de llegar de América esnifándolo al ser quemado en una cucharita de plata. Después la pinchaban en el corcho del brandy y parece que esto produjo la confusión en los sirvientes de que la cuchara mejoraba la acción del tapón. De ahí a su progresiva “popularización”, con las consiguientes modificaciones, no hace falta mucho.

Sea como fuera, lo cierto es que se ha tratado de darle un “barniz” científico a este tópico desde diferentes aproximaciones. Así se ha pretendido relacionar el asunto con la forma de la cuchara: la parte cóncava provoca que la corriente ascendente de gas se volviese hacia abajo creando una forma de taponamiento que de alguna forma “cerraba” el cuello de la botella.