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94Pág.Escritores Ethel Saavedra García

TRES DÍAS DE SILENCIO

Renzo vivía solo desde hacía algún tiempo. Durante las noches tomaba su carro sin rumbo fijo y finalmente llegaba a un acostumbrado bar hacia las dos de la mañana donde departía con algunos amigos sobre temas de actualidad. Ofelia justamente una noche en el bar fue tajante: No quiero nada más contigo.

Llevaba tres días en que poco recordaba lo que hacía, deambulada por la calle sin sentido alguno y en su cabeza rondaba una pregunta ¿qué me ocurre?  Entró a su cuarto y miró con atención todos sus enseres recordando el por qué tenía cada papel, cada cosa estaba en su sitio, miró la nevera pero su deseo de comer era contrario a la fugacidad de sus pensamientos.

La ventana estaba abierta y la cortina se levantaba dejando entrar un chiflón de aire frío pero Renzo no lo sentía. Trató de sentarse en su cama para comprender su estado. Llegó a su mente aquella madrugada cuando conducía su carro por una carretera oscura en medio de árboles, se detuvo en el momento en el cual forzó un poco el timón del carro para tomar una curva.  

Luego entró al bar y dio una mirada a todos los que ahí se encontraban. No escuchaba sus voces pero veía mover los labios de todos. Reinaba el mismo silencio  que lo acompañaba tres días atrás.

Le llamó la atención un hombre sentado fumando una pipa y con un diario en la mano. Poco a poco se acercó a él, dio un giro y se situó detrás del fumador de pipa y cuando inclinó su cabeza para observar qué leía aquel hombre quedó horrorizado: En el diario anunciaban su muerte, ahí estaba su nombre, quiso apoyarse sobre el hombro del lector, pero su mano no tocó nada.

*******

UNA CARTA....

¡Qué tiempos aquellos que no volverán!

Esperar una carta y vivir el instante cuando a nuestras manos llegaba, era, algo incomparable. Con cuánta ansiedad esperábamos que el cartero tocara a nuestra puerta para dejarnos el tan esperado sobre. Y cuando a nuestras manos llegaba, mirábamos a trasluz para saber por dónde deberíamos romperlo, para que su contenido no se dañase, era el primer gesto de tan interesante momento.

Si era una carta de amor, toda la calma reprimida se salía por nuestros ojos. El corazón latía con más fuerza.