Leer un Te quiero, me haces falta, o no tardes, era un aliciente para nuestro amor... Llevarnos el papel a nuestra nariz quizás para sentir la presencia del amado a través de una gota de perfume o de un pétalo anexado a ella, era el desenvolvimiento íntimo en torno a palabras dirigidas no al viento, sino al alma.
Si era una carta de una amiga o amigo, entonces queríamos leer línea a línea para compartir nuevos estilos de vida y recordar instantes del pasado.
“Espero que al recibo de la presente te encuentres bien en compañía de tu familia” No importaba si en todas las cartas esta frase era una costumbre o en las despedidas leíamos: “Con el cariño de siempre”. “Te quiero mucho”, “No sabes cuánta falta me haces”.
Tuve la gran suerte de leer dos cartas de mis padres: “Tuyo para siempre”... “Quien te ama tiernamente”… era la despedida de él. Pero como dice la canción hay cartas con “sabor a lágrimas”. Frases que nos dejaban sabores amargos donde la noticia del rompimiento o de algún evento desagradable, permitía que nuestras lágrimas cayeran sobre el papel, logrando formar manchas imborrables en la tinta que parecía solidarizarse con nosotros. Cuánta desolación y tristeza, porque la distancia había acabado con los sentimientos, o algún infortunio nos amparaba...
Y cuando nosotros enviábamos una carta, pasábamos finamente por nuestros labios el sitio donde estaba contenida la goma a fin de reblandecerla y cumpliera su misión final. Ahora sólo el recuerdo de la goma un tanto amarga, ha quedado en mi memoria.
El esfuerzo por escribir con una letra clara y bonita nos hacía romper hojas para quedar satisfechos y hasta cambiábamos de bolígrafos. Caligrafías estilo Palmer donde sus serifas engarzaban cada paso de nuestros ojos sobre ellas.
El romanticismo era expresado en forma de prosa esbelta y elegante. ¡Qué lejos estamos ya de ello! Hoy en día la tecnología cambió esta dicha tan inmensa... Ya no es lo mismo recibir un E-mail o una greeting-cards a través de un medio tan frío como el computador. Quizás el romanticismo aunado a muchos factores, está en estado de coma. Para las nuevas generaciones romanticismo, es sinónimo de cursilería.
Ya las mujeres no guardaremos en cofrecitos de madera las cartas de amor o amistades. Las nuevas generaciones poco conocen de este inmenso placer: Recibir una carta de puño y letra de su amado donde cada enlace de letra se quedaba enredado en nuestro corazón. Estos son los gajes de la tecnología. Y afortunados los que vivimos antes de ella y tuvimos la suerte de recibir y enviar cartas.