Por Diana Ríos

USTEDES LOS MACHOS Y NOSOTRAS LAS HEMBRAS
ENFRENTANDO MI REALIDAD
Sigo recordando y tras la llegada de mis hijas cambió para bien mi entorno y al mismo tiempo no se terminaban los sinsabores.
Ya era como parte de mí, tanto repetía sus insultos, que me fui apropiando de sus palabras y ese coraje interno no se iba de mi vida. Siempre estaba traspasando mi médula esa idea... “¡Un día te voy a dejar!” Pero ese proceso era silencioso, para que no se levantara el monstruo que estaba medio dormido. Mis palabras retumbaban en mi cabeza y no sé si llegaba a notarse en mis ojos profundos que deslumbraban por dentro. No me miraba.
Pasó tiempo aún, siempre sumida en esa vida caótica. Hasta que un día, estando en mi trabajo, desde la ventana volteé hacia afuera, y observé un carro estacionado con una persona en su interior, un gran tipo que alcance a ver con sus ojos fijos en mí. Por un momento no pude distinguirlo porque el sol me deslumbraba. Me levanté, me dirigí hacia afuera y efectivamente, algo recorrió mi cuerpo y una sensación como de una estaca que se me clavaba muy dentro.