Yo miraba para afuera como una loca... contando los tramos de asfalto, pensando al mismo tiempo... ¿me lanzo o no me lanzo? ¡Por Dios!, sin pensar en nadie, solo deseando estar tranquila. Tras una palabra hiriente, tras una situación que no controlamos, podemos hacer muchas cosas y sin pensar, solo accionar. Y con mis niñas a un lado, indefensas, presenciando la locura, el horror... lo que su madre estaba a punto de hacer... ¿Qué pensarían ellas siendo tan pequeñas en ese momento? ¿Qué pasaría por sus mentes? La mayor, era quizás más consciente de lo que sucedía, en sus ojitos podía ver el susto que estaba pasando... además, me lo diría tiempo después. Luego los cerraba fuertemente, para no mirar a nadie, mientras escuchaba los gritos. Después de un rato se iba quedando dormida. En esos momentos la culpabilidad al ver la reacción de la niña, me hacía meditar sobre lo sucedido. Ella tenía más cordura y sensatez siendo pequeña, prefería dormir a seguir escuchando el pleito.
Aliviada, con la cara hinchada y casi sin decir nada, pero aliviada de tanto llorar y recordar, la doctora salió junto conmigo.
—Señora —le dijo a mi madre—, esta muchacha tiene que venir tres veces por semana —mientras lo decía, movía su cara y tocándose la barbilla dijo—: estás ensimismada en ese ambiente. La violencia se tapa muy bien si no se quiere que se vea.
Éramos una pareja muy bonita ante los ojos de muchos, sin embargo, para los que se hallaban más cercanos, no se les escapaba el detalle de mi aspecto... me decían que había envejecido como diez años.
CONTINUARÁ...

*Para seguir a Diana Ríos en su trabajo literario, les anexamos el link de la página donde escribe.
http://www.letrasyalgomas.com
http://bajaartists.com/?s=diana+rios&x=0&y=0