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101 Pág. Escritores Juan Carlos Merino

Los cuatro jinetes se encargarían de acompañar al condenado hasta su última morada, un cuarto pequeño, oscuro, donde el último hombre moriría solo, olvidada su especie por el mundo.



Otro tiempo feliz


El Centro Comercial había quedado en penumbra, tan sólo iluminado por la débil luz de la luna. Caminé por sus abandonadas galerías, con el sonido de mis pasos como única compañía, buscando un lugar donde acomodarme para pasar la noche. 

Durante mi breve vagabundeo por el lugar, pude imaginar su pasado, con multitud de visitantes, ahora desaparecidos como tantos otros por la letalidad del virus desconocido que había diezmado a la raza humana. Me dispuse a descansar bajo los restos de unas escaleras mecánicas cuando una risa, fría y jovial a la vez, erizó todo el vello de mi cuerpo. A pocos metros de mí, se encontraba una niña, de cara angelical y cabello dorado.

—¿Quién eres? — le pregunté aún sorprendido.

La niña se limitó a sonreír. Extendió  la mano hacia el aire y a su lado, al instante, apareció la figura de una mujer alta, de melena larga y negra que ocultaba sus ya de por sí, dispersos rasgos.

De repente, la sala se pobló de cientos de formas, mujeres, hombres y niños, todos con la mirada perdida, todos inmóviles.

Una única orden se apoderó de mi cuerpo, un único deseo: correr.

Abandoné el lugar y me alejé lo máximo posible, hasta sentirme desfallecer por la falta de resuello. Sentado en medio de ninguna parte, no pude más que sentir lástima por las almas de los allí encerrados, recuerdo de una vida otrora tiempo feliz.