Por Fobio

Heladas Tardes de Invierno
Gori Basiliev observaba el panorama con rostro inescrutable desde su confortable ubicación a través del doble panel de vidrio del amplio ventanal. El cómodo sillón de paño que albergaba su corpulenta humanidad se hallaba a corta distancia del hogar con leños crepitantes. El ambiente del recinto era sumamente acogedor. La música que emanaba suavemente de la radio a baterías, era sosegada y relajante. Afuera, el paisaje nevado se mostraba tremendo y desolador. Una infinita sábana de la más pura blancura lo cubría todo, redondeando contornos y disimulando siluetas. La cabaña, situada en las afueras de la localidad sueca de Björkliden Fjällby, casi trescientos kilómetros dentro del Círculo Polar Ártico, parecía casi invisible en esa inmensidad obstinadamente blanca. Sólo una tenue voluta de humo gris, ascendiendo laboriosamente desde la chimenea hacia el cielo plomizo en la gélida atmósfera, delataba su presencia.
Gori emitió un suspiro profundo y arrugando su tupido ceño rubio, apuró de un trago el resto del vodka en el vaso que sostenía con una de sus manos blancas y rudas. Se hallaba mortalmente aburrido y se pasaba las horas meditando. No hacía más que pensar y pensar. Desafortunadamente para su situación actual, había llevado una vida demasiado proclive a la acción como para haberse sentido atraído alguna vez por los placeres de la lectura, cuya pasividad lo fastidiaba. Y ese remoto paraje donde ahora residía, ni siquiera contaba con suministro eléctrico. No tenía computador, teléfono de línea o móvil, pero esto también obedecía a básicas razones de seguridad.