También la pintura, la escultura, literatura, donde tengo mis géneros favoritos. La buena comida.
En fin, trato de no cerrarme a ver cosas nuevas, pues eso te hace crecer constantemente.
—¡Excelente! Diego, de casualidad (ejem) y espero no quedar como una cotilla. He visto unas fotos tuyas en la Base Marambio..., ¡en la Antártida! No es un sitio que digamos... muy turístico.
¿Estabas en servicio militar o destinado por el cuerpo especial de las fuerzas armadas? Perdona mi beta metiche, ¡pero me carcome la curiosidad! De aquello que no desees hablar, no lo contestas. Pero me pareció algo original...
—¡Uhhh, Marambio! Fue uno de esos viajes que se dan de casualidad y me encantaría volver a repetir. Estuve escasas 24 horas. Un regalo de mi abuelo, mi viaje de egresado del colegio secundario.
Como dije antes un lugar digno de volver, para poder vivirlo de una manera totalmente distinta; pues la juventud a veces no te deja ver más allá de la emoción. Fue un viaje donde me engancharon de monaguillo…, así como se lee, iba una comitiva para las pascuas y ahí entre yo acompañando al sacerdote. Una experiencia que no se te borra de la cabeza.
Además, es como estar en otro planeta, no se puede describir. Si lo intentara sería algo así como, un extenso blanco vacío, lleno una extraña sensación plena de vida. Pero, todavía quedan muchos lugares para poder conocer, Machu Pichu, Stonehenge, las Pirámides (egipcias, mayas y aztecas), la Torre Eiffel y tantos castillos y pueblos medievales. Y no me olvido del lejano oriente, Japón con sus templos y castillos, de la misma manera que China se trae lo suyo.
Es cierto, la mayoría de todos los lugares elegidos, más allá de lo histórico tiene mucho de espiritual. Algunos quizás llegue otros quedarán en las revistas de la National Geographic.