—¿Cómo empezaste con este arte tan especial, yo diría muy particular?
—Siempre me gustó trabajar en cosas manuales, pero nunca nada específico. Era de esas personas que siempre tienen alguna idea en la cabeza o andan con papelitos garabateados por todos lados. Y la que me lanzó al ruedo y, no me equivoco en ello, fue mi suegra. Una mujer excepcional, de armas llevar, con un carácter muy especial y lo más insistente cuando se le metía algo en la cabeza, por no decir otra cosa, jajaja.
Comencé armando bijouterie, hace ya casi diez años y entre una cosa y la otra, surgieron las miniaturas en 3d, con canutillo checo y alambre. Todas ellas elaboradas a prueba y error al principio. Basado siempre el trabajo en fotos y dibujos, surgieron muchos de los diseños que hoy conservo conmigo. De allí salieron algunos prendedores y tocados, de los cuales hubo algunos que desfilaron en el Buenos Aires Fashion Week de la mano de la Diseñadora Laura Driz, para quien trabaje durante un tiempo.
—Es un trabajo de mucha paciencia, sin ninguna duda. He observado también que realizas artesanías muy delicadas, lámparas por ejemplo, y esto sí me resultó increíble: ¿¡Con cáscara de huevo!? Cuéntanos ¿cómo se llega trabajar con tan bello resultado sobre esa superficie tan frágil y poco usual?
—Sí. Fue hace más o menos cuatro años atrás, mirando un programa de televisión en casa se pusieron todos locos que tenía que hacer eso, que era para mí y, casi como un desafió me empujaron de prepo al arte de la decoración de cascara de huevo natural. De la cual puedo decir que caí rendido a sus pies.
Un arte que sigue de alguna manera las huellas dejadas por el gran joyero de los Zares rusos. Fabergé, realizaba los huevos de pascua, tradición de la pascua ortodoxa rusa, con oro, incrustaciones de piedras preciosas y pequeñas miniaturas en su interior.
La diferencia con él, radica en que uso el huevo natural, en mi caso ñandú o ganso. Y sobre ellos se realizan calados y se los decora.