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128Pág.Pensamientos y esperanzas Ustedes los machos y nosotras las hembras

 

Pero mientras esas cosas pasaban, en mi interior repetía: “Un día te voy a dejar idiota, un día voy a tener el valor de dejarte.  Comencé por  agarrar todos los días del mercado algo de dinero a escondidas y sin decirle a nadie. En definitiva, era mi pago por trabajar en la tarde.  Así que tenía que juntar para hacer mi casita en otra parte y para todo lo que viniera,  porque desde ese momento supe que, al tomar una decisión de esa naturaleza, lo más seguro que él no aceptara nada y que no me ayudara en lo más mínimo.  Así que tenía que hacerlo y mi coraje me daba fuerzas.  Hasta la cara cambiaba cuando entraba.  Porque era como inventar una sonrisa...  Al fin de cuentas, si eso era en realidad mi vida: una farsa, ¿qué más daba una sonrisa forzada más o menos y que pensara que todo iba bien? Lo que no sabía era si el tiempo iba a esperarme, porque el reloj seguía su conteo y  la violencia se incrementaba cada vez más.

Ya no eran solo palabras de... “No me gusta tu comida, ni eso sabes hacer…”. Ahora  era… “Esta comida ni se la comen los perros”.  No entiendo por qué todo eso seguía afectándome. A esas alturas debería de estar acostumbrada, ser capaz de ignorarlo  y no llorar.  Pero lo cierto es que terminaba cayendo en ese intercambio de reproches, gritería,  como es de imaginarse, se incrementaba la violencia, junto con el desamor y el dolor.  No podía creer cómo el ser que estaba a mi lado, que había jurado amor eterno en la iglesia, se comportara como mi peor enemigo. Y lo más inconcebible: como no fui tan inteligente para detectarlo a tiempo, antes de casarme. Llegar a ese estado de ser una muñeca de trapo, su objeto de desprecio... Y lo más triste, es que me daba cuenta de todo, más no llegaba a juntar la fuerza suficiente para salirme de ahí.

En mi cabeza, lo tenía claro: debía irme, lo quería dejar.  Ese estilo de vida no era sano, para mí y menos para mis niñas.  Pero antes debía cobrar fuerzas, las situaciones que padecí, me habían dejado con la salud muy frágil y débil para lanzarme por mis medios, así sin más. Aunque mi coraje, me mantenía con la esperanza en alto y siempre con el objetivo muy firme.

Gracias a Dios, las cosas no quedan en la misma posición toda la vida.  En la próxima entrega, sucederá algo que no sabría cómo llamarlo si milagro o simplemente “la vida que es sabia.”

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*Para seguir a Diana Ríos en su trabajo literario, les anexamos el link de la página donde escribe.
http://www.letrasyalgomas.com