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131Pág.Surrealidades El Cíclope de Chivilcoy

 

—¡Lo que no inventan hoy día, Dios mío! —Terció la madre, suspirando con desgano mientras volvía a llenar el mate.
—¿Y vo’ estás siguro que has visto ese bicho sotreta por acá cerca?
—¡Sí, tata! ¡Endemientra cruzaba el campo ‘e Bartolo, lo vide espiando dende su taperita sobre una loma con ese ojo negro en medio ‘e su jeta rosada y peluda, y me muestraba la lengua, larga y colorada. Se lo juro...! —Aseguró el muchacho de un solo tirón, casi sin aliento, haciéndose cruces repetidamente con el dedo índice sobre los labios.
—Vea m’hijo —exclamó pensativo Alsacio—. Ando tuito el día ajuera, montao en el alazán recorriendo estos campos, y colijo que ya vide cantidá ‘e los bichos que cubija nuestra pampa. Toros, vacas, ovejas, potros, avestruces y algún que otro puma, pero nunca, nunca vide un..., un...
—¡Cíclope! —completó el chico.
—Eso. Pero ahura no via’ andar discreyendo a mi mesma sangre. No es de guen tata. Acompañemé hasta lo ‘e Bartolo pa’ descular este embroyo —Dijo el paisano, poniéndose de pie.
—¿Ahura? —preguntó sorprendido el niño.
—¡Si, canejo! Ahura mesmo —respondió el padre.
—¿Pero..., y la comida? —recordó la madre, molesta por la repentina alteración de los horarios del hogar.
 —Pué’ aguantelá, prienda. Este entripao me ha picao juerte de veras y quiero saber que’s lo que pasa. Vamo’ yendo gurí —Concluyó Alsacio, saliendo fuera del recinto apoyando su manaza sobre el hombro de su hijo.

***

 

Más de dos horas pasaron hasta que ambos regresaron al rancho. Las sombras del crepúsculo ya se habían instalado, desplazando la última claridad del día y la Rudecinda seguía agregándole agua al puchero y revolviendo la olla como una autómata.

Cuando por fin entraron, parecía que habían estado discutiendo. Padre e hijo mostraban caras largas, ceñudas y silenciosas, pero por muy distintos motivos. El chico, estaba ofuscado por ver su natural curiosidad privada arbitrariamente de una explicación satisfactoria.

El padre, hombre de no muchas palabras, desbordado por una situación embarazosa que no sabía manejar de mejor modo.