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124Pág.Algo que contar Escritor aficionado en Internet

 

Aquí sí existe una administración que trabaja y protege a los miembros hasta de los plagios y la página resulta ideal para los principiantes.

     Una vez establecido, el escritor aficionado se encuentra con un problema que lo estanca: los comentarios no lo ayudan a crecer. Alabanzas, protestas o indiferencias, tienen en común que no le aportan. Deberían sustituirse los calificativos por conceptos; es decir, en vez de me gustó o no, explicar por qué. Aún los amigos virtuales sienten pudor de ofender y prefieren callar. Se olvidan de que cualquier opinión es admisible si se vierte con el debido respeto. El objetivo de exponer nuestros trabajos es saber cómo repercuten. Si pensamos A, escribimos B y se entiende C, por más que nos feliciten habremos fracasado.

     La diferencia entre ser profesional o aficionado es el dominio del Idioma, lo demás es opinable. Ellos reciben críticas y nosotros comentarios. En ningún caso está en juego la verdad, simplemente son opiniones que ayudan a iluminar al texto desde diversas perspectivas. La decisión de corregir o no, es potestad del autor. Un grupo de pertenencia bien entendido siempre atenderá a lo que el compañero quiso decir y en ese aspecto lo ayudará. El aficionado tiene los defectos a la vista y es fácil señalarlos porque se ve mejor la paja en ojo ajeno. Ése es el verdadero aporte que recibiríamos y el mejor signo de que se nos valora.

     Este artículo está escrito en primera persona, en vez de la tercera que le hubiera correspondido, porque testimonia mi experiencia en Internet recogida en los últimos tres años, donde he proyectado una imagen virtual subiendo mis cuentos y comentando los de extraños. Un recorrido tan agradable como útil que aprovecho para agradecer públicamente.

     Para escribir hay que saber leer. Tanto, que será nuestra capacidad de lectura la que determine la calidad de nuestros textos, pues el autor es el primer lector de su obra. Obviamente, comentar también se basa en esta cualidad, ya que saber leer implica interpretar correctamente lo expresado.

     Los aficionados solemos confundir simpleza con vulgaridad. Para el caso vale el ejemplo de Picasso que destinó mucho tiempo a aprender la técnica del dibujo infantil. Aunque muchos niños pueden hacer palomas tan hermosas como la suya, sólo el artista fue capaz de trascender a los trazos dándole un significado al ponerle una ramita de olivo en el pico.

     Si bien existen eyaculadores literarios que suben a Internet lo que sienten tal como les sale, estos parientes primitivos son material propicio para psicoanalistas y no le interesan al lector responsable.