Quince años más tarde, en 1996, alcancé mi edad de jubilación y mi mujer y yo decidimos emigrar a la Alta Provenza en Francia, donde compramos una casa en una aldea en la montaña.
Después de nuestra mudanza, comenzamos a deshacer todos los cajones, a ordenar y a meter todas las cosas en sus sitios, me topé con un disco de vinilo cuya posesión había olvidado completamente “Marimbas del Estado de Oaxaca” y al dorso del disco dos dedicatorias:

Mi corazón comenzó a latir desmesuradamente por excitación pues, de repente, mis amigos aparecieron delante de mis ojos y los eché de menos.
Aunque los vinilos ya estaban chapados a la antigua, pude escuchar las marimbas en mi viejo tocadiscos. Y sigo escuchandolas muy a menudo.
Me acordé de que todavía tenía en una vieja libreta la dirección de mis amigos y me decidí a lanzar un último intento para localizarlos.