Esperé media hora en el hotel. Gabriel llegó con su mujer en su pequeño coche que ya había sido reparado.
-Te presento a Lucy, mi mujer. Y ahora vamos a enseñarte toda nuestra maravillosa ciudad. Y te invitamos a cenar con nosotros en un restaurante del Zócalo.
Lucy era más pequeña que Gabriel y era muy guapa, una mujer encantadora, delgada pero bien proporcionada y de una gracilidad exquisita e inhabitual. Su rostro, enmarcado por su pelo rizado castaño, era muy mono y con sus ojos morenos lucía una amabilidad irresistible, un espíritu abierto y una sinceridad tan visible que le cogí cariño enseguida.
Los dos hicieron de guías para mí esa noche y me mostraron todos los monumentos de esta bella ciudad. Finalmente, nos instalamos en un restaurante en el Zócalo. No recuerdo el plato que comimos pero sí que era un menú típicamente mexicano, muy picante y sabroso, que Gabriel y Lucy me habían recomendado y que complementamos con unas cervezas mexicanas.
En el centro del Zócalo había un quiosco de música, (una especie de glorieta o tarima donde toca una orquesta). “Las Marimbas del estado de Oaxaca” estaba tocando, así que nuestra cena era acompañada de melodías con sonidos para mí muy exóticos. Nos despedimos hacia la medianoche prometiéndonos mutuamente mantenernos en contacto.
*Era el 13 de abril, 1981.
La mañana siguiente tomé el avión para Tucson y algunos días más tarde volví a casa en Köln, Alemania, contento de volver a ver a mi mujer y mis hijos. Había hecho un viaje maravilloso y conocido a gente amable que seguí considerando como amigos entrañables.
Así que les escribí poco tiempo después como lo había prometido y se abrió una correspondencia que continuó durante casi dos años hasta que un día, una carta mía volvió con la nota escrita por correos en el sobre Destinatario desconocido.
Seguí intentando enviar cartas porque esperaba que se tratara de un error y que finalmente lograra a volver a establecer contacto con mis amigos mexicanos. Pero todos mis intentos fueron inútiles.