anterior
siguiente
54Pág.Pensamientos y esperanzas Ustedes los machos y nosotras las hembras

 

Esa noche no pude dormir.  Todo era una vorágine de imágenes y recuerdos,  después del shock que pasé. Cerraba  los ojos y evocaba que hubo un día en que alguien me llevaba de la mano sobre las piedras de una playa, riéndose conmigo, sin decirme una sola palabra altisonante.

También disfrutaba el sentir que alguna vez me abrazaron con  pasión, sin que hubiera un empujón de por medio. Y su palabra preferida que me llenaba de cariño cada vez que la pronunciaba… mi niña. Así me llamaba Damián...

Ese es su nombre, porque todavía vive. ¡Claro, pero con su familia, no conmigo! En esos momentos me preguntaba que hubiera sido de mi vida si hubiera diferenciado entre una persona cariñosa de otra que no lo era. ¿Cómo saberlo?  ¿Quién me pudo haber orientado? Cuando tuve esas dudas  de pareja, no supe encontrar las respuestas... Era extraño pues entonces quise encontrarla, intenté dar con ella... no supe elegir. Creo que el sentirme sola en ese momento y el estado de tristeza, hizo que mirara de diferente manera la vida… Solo quería tener una familia, me dejé arrastrar con que era el tiempo adecuado (el cronológico), que una mujer está lista para engendrar.

Pero, ahora, pasado tanto tiempo, más lo vivido... ¿Qué pensar? ¿Cómo volver a sonreír? Estaba apenas recordando que en algún momento reí en medio de un mar, y  corrí también por la arena de una playa… ¡Qué sensación tan exquisita, haberlo vivido...!  Haber sentido ese aire fresco que recorría mi cara y volaba mi cabello como las palomas con sus alas majestuosas, mirando el firmamento,  esas estampas mostraban las diferencias, pero también... me hacían sentir culpable.

Sentía tanto amor sin tener a nadie a quien prodigárselo, solo con el recuerdo en mis manos; y de repente al  voltear, ver a Salvador...  me hizo sentir extraña, lejana y vacía por dentro. Solo cuando lloraba mi bebé  me reencontraba con mi verdadero escenario. Ahora mi vida me desesperaba, prefería darle  todo lo que necesitaba a la niña y enseguida volvía a cerrar los ojos y hundirme en mis sueños, sintiendo el olor a sal,  recorriendo todo mi cuerpo, y cuando sentía el frio en aquel recorrido, alguien me daba un abrigo para que me resguardara.