anterior
siguiente
60Pág.Pensamientos y esperanzas Ustedes los machos y nosotras las hembras

 

   —Llora todo lo que quieras y cuando estés lista, empieza a contarme lo que sucede.
   —Es que… —palabras entrecortadas salían de mi boca—,  mi matrimonio no funciona, mi esposo bebe  y quiero..., quiero  saber si es por mi causa  o como puedo hacerlo —y seguía llorando pues recordaba los episodios malditos que se grabaron en mi mente y eran tan dolorosos, aún estando allí dormidos.

En esa cita  no pude pronunciar casi nada.  Solo lloraba y me enroscaba como una serpiente. Abrazaba mis piernas como siempre. Y por entre ellas salía mi cara llorosa, entre pañuelos empapados de llanto que retiraba la doctora  para darme otros.

Empezar a  reconocer lo mala madre que era fue  devastador.  El que Salvador tomara  y en el estado desastroso que me encontraba, provocaba que tuviera menos paciencia y hasta el llanto de mis hijas  representaba una molestia y gran temor para mí.

Él solo decía: “¡Ve y calla a esas niñas! Es por tu culpa que gritan, no eres buena madre, no sabes cómo tratar a tus hijas.”

Yo corría hacia ellas, a mirarlas con coraje porque estaban llorando. Si tengo que ser honesta, debo serlo con todo lo que sucedió. Así que por qué  decir que era tremenda madre,  cuando me olvidaba de las necesidades de mis niñas. Cuando  sus gritos y llantos me molestaban porque sabía que iba a ser reprendida, culpándolas  del maltrato que me daban.

“¡Ya ves!, por tu culpa me está maltratando...”.  Y llegué  hasta pegarles a mis pequeñas e indefensas hijas para que el soberano IDIOTA de mi esposo  no me dijera nada. Llegados a este punto es donde no encuentro justificación alguna al salvajismo de llegar a maltratar a mis pequeñitas.  Reaccionaba recién ante sus llantos.

Entonces mi enajenada mente era capaz de ver la realidad del horror que estaba cometiendo... pero era demasiado tarde,  ya las había golpeado  o les había jalado los cabellos de tal manera que no resistían.