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89 Pág. Escritores Diego Bras Harriott

 

Aturdido, giró sobre sí mismo para saber con qué había tropezado, cuando descubrió con sorpresa que su obstáculo era nada menos que una piedra de cantera, perfectamente cortada en forma de cubo. Lentamente se puso de pié, mientras se masajeaba la pierna izquierda.

Cuando al levantar la mirada, delante de sus ojos apareció un extenso piso del mismo material, con montículos parcialmente cubiertos por el bosque que se asemejaban a lo que alguna vez pudieron ser paredes.

Mientras se rascaba la cabeza, tratando de entender la escena, a su mente acudieron recuerdos que creía inverosímiles. Su madre, cuando era pequeño, le relataba historias sobre un castillo mágico que había en un bosque. No podía ser cierto, la visión lo superaba, era sólo un cuento de hadas. 

Pero allí estaba. 

De seguro se trataría de alguna otra construcción o refugio abandonado. Aunque las ruinas se extendían por un amplio trecho. Decidió entonces investigar un poco, incluso para buscar un refugio para pasar la noche.

A medida que caminaba por el lugar, su mente le arrastraba a un extraño juego de recuerdos, sobre el cuento de su madre. Su memoria insistía en que ese lugar tenía algo especial. Se dejó llevar por ellos y, en su mente se formo una historia sobre un castillo que podía aparecer o no según quien fuera el elegido para acceder a él. 

“Magia”, pensó. Algo tan irreal que no lo podía aceptar. 

Su caminata continuó, durante un largo rato hasta que encontró una escalera de piedra, que descendía hacia la oscuridad misma. Recordó entonces que tenía algunas “herramientas” en el bolsillo oculto de su tabardo(1) , que su madre había insistido tanto en colocarle al coser la prenda. Juntó algunas ramas y algo de hierba seca para armar una antorcha, la prendió con el pedernal que tenía guardado y, cuando encendió, comenzó su descenso por la escalera. Mientras lo hacía, rozo con la punta de los dedos las paredes, para su sorpresa, estas parecían bien mantenidas como si el bosque, jamás hubiera entrado allí. Le faltaban solo un par de escalones cuando diviso un largo pasillo por recorrer, ya no se podía echar atrás, ya estaba allí.

Caminó por el estrecho pasillo, se parecía más a un túnel, la luz de la antorcha oscilaba levemente, provocando sombras extrañas delante y detrás de él.