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62 Pág. Rincón pilicial El inspector Carrados

 

—Estaremos  en esa práctica de karate y aprovecharemos de saludar a antiguos Jefes.

 

*Los viejos “Ratis”

Cuando arribaron al gimnasio esa tarde, el Detective González llegó a abrir su boca con un suave siseo, semejante a un silbido de admiración, al ver  a los que practicaban los duros ejercicios de karate.

Naturalmente Carrados entró sin hacer gesto alguno, pero sus ojos iban recorriendo a cada uno de sus ex compañeros de la policía, entre los que distinguió a varios Comisarios y Prefectos que fueron sus jefes directos.

Cualquiera que los viera en la calle, un tanto viejos, calvos y hasta un poco panzones, no se imaginarían nunca la agilidad con que se movían en estos ejercicios de artes marciales. A una señal del Maestro Ling Fú, sus ayudantes hicieron una venia para indicar descanso. Los maduros ex oficiales de Investigaciones acudieron caminando hacia los rincones, mientras levantaban con energía brazos y piernas; realmente sus estados físicos estaban espléndidos. 

Todos observaban con disimulo la llegada de los dos policías; uno de los practicantes se detuvo con una exclamación y alegremente,  por segunda vez en ese día,  alguien acudió a abrazar a Carrados en medio de simpáticas sonrisas.

—Señor Carrados — exclamó un caballero más alto que el joven sabueso, casi calvo ya, al tiempo que lo abrazaba como si fuera un hijo—. Es un privilegio verlo.

Miró a sus compañeros de deportes y les gritó:

—¡Eh,! No me digan que no lo reconocen. Es el Inspector Carrados.

Todos acudieron alegremente y rodearon al  par de detectives  en un murmullo imposible de entender. Uno le dio la mano, otro lo palmoteaba en la espalda, en fin se trataba de una grata bienvenida.

—Cómo está, Comisario Galleguillos  —estrechó nuevamente la mano a quien lo reconoció.