Una vez sentados, se miraron a los ojos como estudiándose; Carrados sabía que su antiguo Jefe era de pocas palabras e “iba al grano” inmediatamente. Sintió por primera vez una especie de temor por lo que iba a escuchar; su instinto lo puso en guardia, pero sabía que todo iba a cambiar en su vida policial. El silencio del maduro ex Detective aumentó su malestar y sus palabras sonaron en sus oídos como un balazo.
—Señor Carrados, quiero que se unan a nosotros…, que entre a este club.
—No comprendo, Jefe —balbuceó el Inspector—. Usted sabe que podemos pasar por este casino de vez en cuando y… no tenemos tiempo para estar todos los días…
—Inspector —los ojos del hombre lo taladraban—, no hablo del casino.
*Llanto por un Policía
Salieron del reservado, Galleguillos se dirigió al grupo y como si fuera el Jefe, con un pequeño movimiento de cabeza se dirigió a una puerta que supuestamente daba un patio interior; detrás Carrados, González y los Jefes en retiro.
Al abrir vieron sorprendidos que no había patio, sino un amplio y bien mantenido gimnasio, sin duda era donde se mantenían en tan buena forma los veteranos ex policías; curiosamente en el fondo había cinco maniquíes vestidos con prendas comunes y corrientes, incluidos zapatos, cada uno sujeto de los pies a una especie de plato de fierro que los mantenía firmemente erguidos.
Otro gesto del ex Comisario Galleguillos y alguien se apresuró a entregarle una pistola que reconoció fácilmente por su gran tamaño como un arma que lanza balines de plomo o acero impulsados por gas CO2.
No había duda que siempre estaba preparada, pues el hombre giró con destreza y rapidez la “mariposa” que rompe el sello de los pequeños balones de gas colocados en la culata; lo miró un segundo y con rapidez asombrosa disparó los balines con un pequeño ruido algo más fuerte que el sonido de una palmada.
Conocía la puntería de su Jefe, querido por todos sus subalternos por su sentido de equidad y cortesía, sin perder su autoridad, pero nunca lo había visto hacer tal demostración. Por cada disparo saltaba un pedazo del cuello de los sólidos muñecos.