
—Es cierto, las cosas muchas veces no salen como queremos, pero veo que tú te has organizado muy bien para disfrutar de tu niña... y tu rol de padre ¡es casi un apostolado! (Jeje).
Esteban, lo que me ronda por la cabeza es habiendo incursionado con el mundo la escritura, con la actuación... ¿Drag-queen? ¡Caray! Sí que eres hombre de desafíos... Pero bueno, ¿cómo y cuándo fue ese primer encuentro con el baile?
—En Uruguay nuestra música es afro: El candombe. Yo me crié con ese ritmo, al son de las lonjas.
Mi gran amigo el cantautor Dino, baluarte de la música uruguaya, canta acerca del candombe: "dicen que sí, dicen que no, dicen que es primo del guaguancó".
¿Pariente de esa vertiente de la rumba cubana? En todo caso el origen es el mismo: los esclavos. De allí mi inclinación hacia la cubanía, como le llaman los mismos isleños a su idiosincrasia.
Al llegar a Europa, escuchando salsa en mi adolescencia (aunque era muy ecléctico, fan de Bob Marley e incluso metalero), fui aprendiendo en varias ciudades donde caía con maestros cubanos, exigentes, con ese modelo soviético en la enseñanza que no le deja margen a la haraganería. Me vino bien.