—¿Por qué te decantaste por la salsa? ¿Qué provocan esos ritmos en la gente?
—Como se puede y suele decir acerca de las pasiones: ella me eligió a mí. Su ritmo me animaba increíblemente. Recuerdo que por los años ‘80 cuando casi nadie la bailaba aquí, yo ya me movía locamente en una discoteca que tenía una noche tropical. Solo en la pista... “El loquito de lentes”, jejeje. Diez años más tarde pasé a ser el profesor de ese lugar, los jueves, durante 6 años.
No puedo explicar lógica y cabalmente porqué el ritmo de la salsa, más que nada la pura cubana, llamada timba, se me cuela por las venas y contagia cada uno de mis músculos, ¡nervio a nervio me somete y me esclaviza deliciosamente!
¿Qué provoca ese ritmo? Nunca me pregunté eso en lo que se refiere a los demás.
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Diría que los tambores, presentes en la Salsa, como las tumbadoras, timbales, etc., parecerían tener algo de tribal, de ancestral, que se asemeja, aunque sea muy de lejos, a los efectos de transe que provocan los sonidos repetitivos. Claro que lo primero que viene a la mente cuando se habla de la salsa como género musical es la alegría. Eso es tan obvio que no me parece digno de interés.
Prefiero el argumento siguiente: encontrarse, tocarse, la relación de un hombre y una mujer mediante la perfecta excusa del baile, totalmente legitima y legitimada. La teatralización de la seducción. Aunque no se vaya más allá de ese (a veces único) baile.
Dije tribal. Transe. Teatro. Seducción. Lo veo por ese lado.
Lo de la alegría, lo del estúpido adjetivo "¡caliente!", estereotípicamente utilizado a la hora de hablar de la salsa, no me seduce. No me evoca nada interesante.