En el cuerpo humano hay aproximadamente diez veces tantas células bacterianas como células humanas, con una gran cantidad de bacterias en la piel y en el tracto digestivo.
Aunque el efecto protector del sistema inmune hace que la gran mayoría de estas bacterias sea inofensiva o beneficiosa, algunas bacterias patógenas pueden causar enfermedades infecciosas, incluyendo cólera, sífilis, lepra, tifus, difteria, escarlatina, etc. Las enfermedades bacterianas mortales más comunes son las infecciones respiratorias, con una mortalidad sólo para la tuberculosis de cerca de dos millones de personas al año.

Bacterias E. coli
(Imagen tomada del Blog Ventanas al Universo)
En todo el mundo se utilizan antibióticos para tratar las infecciones bacterianas. Los antibióticos son efectivos contra la mayoría de las bacterias ya que inhiben la formación de la pared celular o detienen otros procesos de su ciclo de vida. Se usan extensamente en la agricultura y la ganadería en ausencia de enfermedad, lo que ocasiona que se esté generalizando la resistencia de las bacterias a los antibióticos. Aquí está el gran riesgo. Bacterias que una vez fueron controladas por determinado tipo de antibiótico, se han hecho "resistentes" al mismo. La primera vez que se usa el antibiótico, este acaba con la mayoría de las bacterias, pero otras veces, si las bacterias tienen un gen o varios genes que le permitan resistir los efectos del antibiótico, estas sobrevivirán de una u otra manera. Las bacterias que han sobrevivido se encuentran mejor adaptadas para enfrentar determinado tipo de antibiótico.