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122Pág.Pensamientos y esperanzas Ustedes los machos y nosotras las hembras

 

Mi niña obviamente  era mi prioridad y el aliciente principal de mi vida.   Le hice un álbum de fotografías de su primer gateo, sus primeras sonrisas, su primer balbuceo, sus primeros pasos, y todavía lo disfruto junto con ella. Todo, todo quería que quedara grabado.  Mi mente había hecho un círculo, una especie de valla en torno a mi niña, disfrutando  cada instante de su vida.

Pasó el tiempo y construimos un establecimiento. Tenía como reto, que íbamos a tener nuestro propio negocio. Realizamos un supermercado pequeño, el cual al menos ya no dependíamos de su papá.  Poco a poco salimos adelante, pero quedaba siempre ese vacío, cuando emitía sus palabras tontas y altisonantes. Sus ataques verbales se quedaban como ecos en mi mente,  repitiendo lo mismo de siempre. Yo quería tener tres niños, formar mi familia.  Seguía y seguía forjando la ilusión de pensar  que si algún día me iba, me iría  con mis tres niños, tal vez no alcanzaba a ver la situación real que vivía junto a su padre, solo me refugiaba en los brazos de mi niña y pensaba que necesitaba más hermanitos.

Entonces me embaracé por segunda vez y al igual que el anterior me sentí rara, fiebres, vómitos y demás circunstancias que me indicaban que algo había cambiado en mí.

Fui al médico y lo confirmó. Efectivamente estaba embarazada de nuevo.

Otra alegría más. Así que pasaron dos meses y medio y todo era normal, hasta que un día  en el establecimiento (mi  niñita estaba con su tía y  Salvador no estaba), llegaron dos muchachos  bien vestidos. Nada que ver con malhechores, todo indicaba que eran de confiar. Pero, ¡oh sorpresa! cuando me quedé sola, entraron rápido sacaron sus pistola uno frente a mí, el otro a mi lado, apuntándome  me apuran diciendo:

—¡Saca todo el dinero!
—No tengo nada, solo lo de la caja —les contesté.
—¡No se haga pendeja, tiene más...!
—No, no tengo más, es más miren ustedes...

El que estaba cercano a mí, me indicó que guardara silencio y que me quitara de la caja para poder sacar el dinero.

Buscaron por todos lados y me estrujaron.  Yo solo opté por no poner resistencia y pensando al mismo tiempo,  calculando los movimientos y cuidando que mis palabras no causaran un enojo en ellos para que cumplieran sus objetivos. Después de un rato se fueron.