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125Pág.Pensamientos y esperanzas Ustedes los machos y nosotras las hembras

 

Me acordé del episodio que había pasado sola  y el asalto. Tal vez, ese susto tan grande me había provocado una descompensación que acabó con la vida de mi niño.
Solo lloré,  lloré hasta que agotada y sin más lágrimas me  quedé dormida, abrazando mi estómago para tener más tiempo en mis brazos a mi bebé. Nadie sabe del dolor de la pérdida de un hijo hasta que lo vive...

Todos me querían calmar..., pero yo no tenía consuelo. Solo tenía lágrimas y profundo dolor por mi bebé.

Me intervinieron, me quitaron todo rastro de su pequeño ser, pero aún la sensación de su presencia estaba conmigo.  Continuaba platicándole como si él estaba ahí, que no se había ido. Mi mamá por supuesto, le conmovía el verme así. Me miró y con gran tristeza me dijo: “Lo siento mucho mija...” y estuvo conmigo todo ese tiempo. Su presencia me llegó justo a tiempo, por un momento pude descansar de mi dolor.  Como cuando era niña, le dije: “Mamá hazme cariños, que me siento  muy triste”... Ella me decía, ¡pero tienes que comer mija!

—No, primero tómame entre tus brazos porque quiero estar así, acurrucada contigo, quiero sentir el calor de tu cuerpo, como cuando era bebé. Y efectivamente ahí me quedé dormida.

Mi papá, por otro lado siempre hablándome y dándome lo mejor de sus palabras.

Como siempre el señor  tiempo es el único que calma todos nuestros dolores y todo lo cura, o al menos  ese dolor se va mitigando... hasta la resignación.  Pero aún tenía momentos en que recordaba todo lo pasado y lloraba,  porque por un corto tiempo, había sido mi bebe y yo lo quería. Pero Dios, por algo se lo había llevado, quizás quería un angelito más a su lado...

Así  que espere un año más y quise tener otro. Solo que en esta ocasión cuando tuve los primeros síntomas cada semana me checaba, para que todo estuviera bien. Era asombroso como ver ese pequeño ser de tres semanas ya moviéndose con el ultrasonido. Era como una arañita pequeña, se movía. Aunque no lo sentía, estaba vivo y era muy movedizo. Cada semana iba a los controles  y me aseguraba sobre su crecimiento. Eso me daba una cierta tranquilidad. Pero mi vida estaba marcada por los contratiempos. Los continuos corajes, las discusiones... Contracciones con riesgo de aborto, después probable parto prematuro y al final nada evitó su adelanto.  Era tan pequeña que parecía una muñequita de juguete.  Le hicieron la prueba, obviamente de la madurez de sus pulmones y todo indicaba que estaba bien, pero las contracciones no cesaban. Hasta que felizmente nació a los ocho meses y medio.