Después, seguí por la carretera, que se tornó bastante incómoda, con charcos de agua y lodo en la selva. A esas alturas, tenía muy poco tráfico, por lo que de vez en cuando tuve miedo a perderme en la jungla, hasta que por fin llegué a Palenque, un gran sitio precioso, de los mayas.
Desde allá fui a Villahermosa, donde cené en el hotel más distinguido de la ciudad pero dormí en mi VW para ahorrar dinero, después de asearme en el servicio del hotel. Durante la noche llovió a cántaros y al amanecer, cuando quería continuar mi viaje, el motor no arrancó. ¡Qué pena!
Aún era muy temprano y no había gente en la calle que hubiera podido ayudarme. Unos basureros vinieron para limpiar la calle y me recomendaron que me fuera a un taller situado a dos kilómetros de allí.
En el camino al taller me encontré con un hombre que iba a trabajar. Le expliqué mi problema y me dijo que, si iba a un taller de VW, podrían ayudarme. Y así fue, me arreglaron el distribuidor y así pude continuar. Preparé mi regreso a Oaxaca.
Cuando llegué allí, encontré una pareja americana con la que entablé amistad y juntos visitamos Monte Albán y otros sitios, y nos tomamos un descanso junto a la piscina de un hotel de lujo American style.
Mi estancia en Oaxaca terminó. Al día siguiente por la mañana tendría que tomar el vuelo para ciudad de México y después, con destino a Tucson, Arizona. Como aún debía deshacerme de mi coche, lo conduje al sitio donde lo había alquilado. Durante todo este tiempo había olvidado completamente a Gabriel quién me había dicho que le llamara al volver a su ciudad. Cuando estaba esperando que el empleado del alquiler se ocupara de atenderme, metiendo mi mano en mi bolsillo para sacar mi tarjeta de crédito con la que iba a pagar en la agencia, encontré el papelito donde Gabriel había escrito su número de teléfono. Eran las seis de la tarde. Reflexionando un momento, me dije que sería una lástima que dejara pasar esta ocasión de aprovechar la invitación de un joven cuya compañía tanto me había gustado. Pedí al empleado que me permitiese telefonear. Tuve suerte pues Gabriel estuvo enseguida al teléfono.
-¡Me alegro muchísimo que no me hayas olvidado! ¿Dónde estás ahora mismo? ¿En la agencia de alquiler de coches? ¿Cuando volverás a EEUU? ¿Mañana, muy temprano? ¿Y donde pasarás la noche?
Le expliqué que ya tenía una reserva en un hotel de la ciudad y le di la dirección.
-Vete a tu hotel y espera un poco hasta que vaya con mi mujer buscarte.