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103Pág.Escritores Magda Rodríguez Martín

 

Quise ser otro. Vivir otro tiempo para vivir un poco, para que así, cada día, me acercara hasta el bosque de pinos, hasta la hierba verde, hasta el agua esmeralda de la bahía… Allí… donde entre las piedras solitarias de la calle mojada por la lluvia, un lento caminante anónimo cansado por tantos años de andanzas, soñaba con una vida distinta.

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*En Letras y algo más, pueden “escuchar esta prosa”, narrada  en voz de la misma Magda: http://www.letrasyalgomas.com/t16829-sueno

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SOLEDAD AMADA

Sentado sobre las dunas de la playa, contemplaba unas flores de color violeta que comparé con el adorno coqueto de una joven en su primera cita. El viento jugaba con mi cabello como si quisiera arrancarlo y llevárselo por los aires unas veces y otras lo extendía sobre mis ojos como caricia de mujer amada. Disfrutaba del silencio de aquel lugar solitario donde nadie se acercaba. Y fui consciente de cuánto amaba la soledad.

La arena blanca se extendía como mantel festivo hasta la orilla en ondas difusas a merced de ese viento que nunca cesaba mientras las suaves olas besaban con un chapaleteo dulce el contorno de la playa. Todo era silencio, calma… Sólo el graznido de una gaviota, de vez en cuando, sonaba en el aire, como un aviso de que la vida allí, todavía estaba. Aquello no era el final sino el principio. El ruido de prisas y anhelos quedaban atrás, después de las dunas, más allá de la playa. 

No quise volver, amaba la soledad del mar, su misterio, su calma. La llamada tenue de sus aguas mansas que decían: “…ven…, aquí no hay luchas, sólo paz…” y a mí me parecía que me abrazaban cuando, alguna ola más lejana, llegaba a la orilla y me salpicaba.

Allí se quedó el hombre y allí lo encontraron con una sonrisa en la cara. Parecía dormir entre las dunas de la playa, acariciado por aquellas flores lilas que miraban al mar para competir en belleza. Nadie supo quién era, sólo si le preguntaran al mar diría que todos los días lo visitaba y allí permanecía en silencio en una soledad amada.