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Escritores
Antifaz
 
 

De a poco me voy habituando al tono del ambiente y de su voz. Sin embargo, algo me molesta y no sé qué es. Estamos conversando, ¿así que he leído los términos y estoy de acuerdo? Entonces, de noche la capilla ardiente y por la mañana el sepelio. Por favor, debo leer nuevamente el contrato antes de firmar. Enseguida sirve la bebida que nos devuelve la fraternidad y abre la cigarrera para que encendamos como de costumbre. Se disculpa por dejarme solo y revierte el escritorio que ahora es mío. Y bebo y fumo mientras voy releyendo y me vuelve a estrujar la pena.

Pero soy de ese tipo de hombres que sufre sin derrumbarse, calladamente como es la sinceridad y dueño de mi destino, como dijo y admiró mi nuevo viejo amigo. Firmo sin terminar porque me hace daño y él lo sabe y ya regresó. Ya sé lo que me molesta del lugar, nada refiere al tiempo que transcurre. El tantán da una hora eterna y el calendario de colección trasciende los hechos que contuvo.

¿Estoy listo? Salimos por otra puerta a un pasillo más impersonal. Sin apuro y con confianza me conduce del brazo, zona franca entre su calma y mi tristeza. Ha puesto al aire los pormenores de otra anécdota que durará exactamente hasta que lleguemos. En ningún momento veo a alguien más, es realmente su casa como me ofreciera orgullosamente.

Y abre la puerta de un dormitorio donde estás recostada, Susana. En una cama que no es la tuya, en la penumbra de una veladora, ¡duermes! ¡Tú que el más mínimo resplandor te perturba! Y enciende la luz que llena los detalles que no son nuestros y te veo espléndida. ¡Estás hermosa, Susana! Hermosa y en paz como nunca. No tuviste esa expresión a mi lado ni el cabello suelto así de esa manera.

Por un instante dudo y el médico, que no es otro que mi nuevo viejo amigo, retira un poco la sábana descubriendo tu cuerpo que un recatado camisón adelgaza. Se diría que lo compraste ayer si no fuera por la diminuta abertura en el pecho. Una ventana abierta al cielo en negativo de tu piel donde titila un lunar ignoto. Recién comprendo el sitio exacto de tu corazón. El doctor pone en mi mano un instrumento y nada tiene que explicarme, su empuñadura será el broche de nuestros diez años, Susana.

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*Para leer más obras del Sr Antifaz, les dejamos estos enlaces:
http://escribeya.com/antifaz
http://www.letrasyalgomas.com/index.htm

 
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