Allí mostró la copa bastante berretona que le habían dado, y confesó que el premio era sólo eso, el trofeo, y ni un mango aparte. Creo que hasta estuvo endeudada un tiempo por el asunto de los pasajes, que tampoco se los pagaron nunca. Pobre mina... Al tiempo se casó con un ganso del barrio, se llenó de pibes y ahora parece un lobo marino... ¿Qué cosa, no...?
Todos asentimos de buena gana. Con nuestro talante mejorado notablemente al encontrar esos recuerdos escondidos tras una pila de años y los consabidos avatares de la rutina cotidiana. Al final, mi razonamiento se había impuesto. Habían existido superdotados en otras distintas disciplinas, que no fueron contaminados por las avalanchas de dinero que hubieran podido ahogarlos. El negro Pinto le dio una rápida ojeada al reloj y anunció con pena que ya se estaba haciendo tarde. Concordamos con su apreciación y empezamos los preparativos para la retirada a casa.
De pronto, hubo una breve conmoción cerca de la entrada al café y todos los presentes voltearon sus miradas con curiosidad hacia la puerta. El canillita de la esquina entró corriendo, alborotado y radiante como si hubiese visto a la Virgen. Se paró ufano en el medio del salón, dirigiéndose a todos:
—¡Recién acaba de pasar el Diego por acá! ¡Iba caminando con una mina, la novia sería..., y me firmó un autógrafo, con dedicatoria y todo! ¡Hasta me acarició la cabeza! ¡Si quieren ir a pedirle uno, apúrense, porque se las pica...!
Algunos salieron corriendo atropelladamente del local, para poder alcanzar a Maradona antes que desapareciera. Uno gritó al pasar apresurado rozando nuestra mesa:
—¡¿Vamos muchachos...?!
Miré pausadamente uno por uno a mis compañeros y no detecté en ninguno la fatua llama del fanatismo. Para cuando el tipo ya había traspuesto como un rayo la puerta hacia la calle, contesté, más a mi conciencia que a su pregunta:
—Naaa... Seguro que ni se acuerda de lo que es una perinola...
—Ni un balero... —Agregó Lito.
—Y menos un hula-hula... —Concluyó Quique.
Entonces salimos los seis al aire más puro, fresco y húmedo del crepúsculo, sorprendentemente animados. Ya no llovía y cada uno de nosotros enfiló para su destino.
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