anterior
siguiente
Libros y autores
por Pili Galera Muñoz
El secreto de Nag Hammadi (Tucker Malarkey)
 
 

Fue adoctrinada para llevar las nuevas de su resurrección a los otros discípulos. La Iglesia primitiva la llamaba Apostola Apostolorum, o la Apóstola de los Apóstoles. En estos evangelios, la postura de María Magdalena está clara. Era la segunda tras Jesús; ella, no Pedro era la segunda mano, escogida por Jesús. Fue la Iglesia formada por los discípulos de Pedro la que eligió presentar a María Magdalena como una pecadora anónima, una prostituta arrepentida.

En EL SECRETO de NAG HAMMADI, la autora T. Malarkey, hace referencia a un poema en prosa que captó de inmediato mi atención: TRUENO. Unos versículos que parecen salidos de ninguna parte, pero provienen de algún sitio y de alguien. Antes, señalar que en este período histórico, a principios de la cristiandad, en algunas sociedades, las mujeres habían conseguido una posición de poder. En Egipto y en Asia Menor tenían posesiones, negocios, poder económico y, a veces, vivían solas. En Roma, las jóvenes de la aristocracia eran educadas con los varones, con el mismo plan de estudios. Las mujeres eran las maestras, líderes de las comunidades, poderosas y respetadas. TRUENO parece ser la voz de esas mujeres.

Y luego pasó algo: fueron silenciadas…
“…Soy la primera y la última.
La enaltecida y la despreciada.
La meretriz y la santa…
Soy una mujer que existe en todo miedo
Y conservo mi fuerza cuando tiemblo…

Soy la paz, y la guerra por mi causa.
Soy nativa y extranjera.
 

Soy la materia y lo inmaterial…
Soy la que estudiaste y me desprecias.
Soy la ignorante y aprendes de mí.
Soy la que desprecias y me estudias.
Soy aquella de la que te escondes y apar
eces ante mí

(Posiblemente, María Magdalena).

Cristo la amaba más que a todos los discípulos, y a menudo solía besarla en la boca. María Magdalena permanece hasta el día de hoy, como una de las figuras más elusivas y misteriosas; ha sido tema de muchas teorías y mitos a través de la historia eclesiástica. Esta especulación ha sido el resultado del silencio ensordecedor dentro de las propias Escrituras. Por muchos siglos se pensó que ella era la mujer no identificada que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas y los secó con sus cabellos; hoy podemos asegurar que María Magdalena no fue pecadora pública, adultera ni prostituta, sino solo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos apóstoles.

 
  menu 107