Lost ha llegado a su fin. Era en 2004 cuando esta serie presentada por el gran abrelatas de J.J. Abrams se emitía por primera vez en la ABC con la intención de aprovechar el tirón del “reality show” Survivor (el Supervivientes americano).
Abrams, que se puso en el liderazgo de un proyecto ya empezado, pidió a la ABC si era posible que la isla en la que aterrizarían el avión de Oceanic estuviera relacionada con efectos paranormales.
Y vaya si lo hizo. El pasado 23 de mayo, 24 y lunes en España, pudimos ver como Lost terminaba. Seis años de éxitos, de reconocimientos, de risas, de lágrimas.
Para comentar el final me gustaría hacerlo en dos partes opuestas. La primera, blanca, lo bueno. La segunda, negra, mala o más bien negativa.
A partir de aquí, spoilers.
El desenlace de Lost ha provocado una gran confusión entre algunos fans que no entendieron el final. No, los protagonistas no estaban muertos desde el primer inicio, no fue un sueño del perro, Vincent (ni de Resines). Los personajes aterrizaron en la isla y vivieron allí. Todo ocurrió. Hasta que llegó la sexta temporada donde nos presentan los famosos “flash-sideways”,
que parecen una realidad alternativa donde el avión sigue con buen camino hacia Los Angeles. Dicha realidad ha sido el uso narrativo que han usado los guionistas para contarnos un lugar donde cada uno de los protagonistas se daba cuenta que había muerto, que la Isla fue real. Pero no mueren todos en un mismo momento determinado. Jack, abre el ojo en la primera escena del episodio piloto y lo cierra en la última escena del episodio final. Muere.
Los que murieron antes en la Isla está claro.
Pero hay personajes que mueren después, como pueden ser Sawyer y Kate que consiguen salir de la Isla y, aún más claro, Hurley y Ben, que se quedan en la Isla para ser los siguientes guardianes. Una vez están todos muertos se reúnen todos en esta Iglesia que han imaginado entre todos, donde celebran el “funeral” de Jack, el último que se ha dado cuenta de que no está vivo y que “es el momento de pasar página".