Antonio Buero Vallejo decía: Para mí es Miguel Hernández un poeta necesario, eso que muy pocos poetas, incluso grandes poetas, logran ser. La más honda intuición de la vida, del amor y de la muerte brota de su fuente como de esas otras fuentes sin las que no sabríamos pasar y que se llaman Manrique, o San Juan de la Cruz, o Fray Luís, o Machado…
Un poeta necesario menos para los bandos franquistas, un poeta que hizo más daño con sus versos que otros con sus balas y, por muy contradictorio que parezca, hizo belleza y amor del dolor de sus hermanos.
Hernández, antes de morir en una prisión de Orihuela era completamente consciente de la delicada situación de su salud (contrajo la tuberculosis), sin embargo, cuando le ofrecieron retractarse públicamente de sus convicciones mediante una carta a cambio de ser tratado de su enfermedad, se negó categóricamente. Miguel Hernández murió el 28 de marzo de 1942 olvidado como muchos otros intelectuales españoles. Fue asesinado por el odio, por aquellos que soñaban con la España cavernaria, monolítica a la que sacudió una esperanza tricolor.
