Escritores
Manu López
 
 

Con cincuenta pesetas en el bolsillo y dos maletas salimos rumbo a Francia. Unos cuantos contactos nos permitieron montarnos en un camión de carga, que hacía la ruta Barcelona-París. Escondidos en la parte trasera, en una especie de cajón conseguimos pasar la frontera, como yo sabía la dirección de Juan, nos dirigimos directamente a su casa.

Estuvimos escondidos durante un año aproximadamente, intentando que no se nos viera mucho. Al igual que los partidos clandestinos tenían sus contactos en España, ellos también contaban con una red de espías por los países vecinos  que les informaban de todos nuestros movimientos, imaginando que su padre mandaría a buscarnos por los sitios más frecuentes, decidimos ser cautos.

Entré a trabajar en el organigrama del Partido Socialista. Nuestra vida a partir de entonces fue una lucha constante buscando apoyos para intentar derrocar al gobierno de Franco. Cosa que como bien ya sabes, no conseguimos hasta que murió.

Una vez que se volvió a instalar la democracia en España, volvimos a Extremadura. El padre de tu abuela había muerto años atrás y a ella no le quedaba más familia que unas primas lejanas con las que no tenía contacto, así que decidimos volver a Los Santos.

Abandoné la política aunque me ofrecieron varios cargos en el partido y compramos unas tierras con el dinero ahorrado. Nos dedicamos a la producción de Uva de Mesa, que por aquel entonces, era un buen negocio. La mayoría de mis enemigos de entonces, son ahora convecinos.

Al igual que el gobierno, hicimos tabla rasa, pues de nada servía seguir acusándonos unos a otros, ya no tenía ningún sentido. Seguramente en nuestros corazones seguía existiendo el rencor, pues eso nunca se olvida, pero procurábamos llevarnos lo mejor posible. Ahora, cuando hablan de memoria histórica, los comprendo perfectamente. Hay muchos muertos perdidos entre cunetas y fosas comunes. Sus familiares tienen todo el derecho a reclamar sus cuerpos y enterrarlos dignamente.

Por mi parte, de todo aquello solo quedan recuerdos, que se van perdiendo en el tiempo. Mis hijos, mis nietos, incluyéndote a ti, que eres mi preferido, (no se lo digas a nadie, eh…) sois lo único que me importa, a la espera de que mi corazón diga basta, solo deseo vivir en paz.

 

Fin

 
continua
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