Se utilizan unas herramientas filosas con forma de gancho específicamente para cortar el suministro de sangre importante para el cerebro. Ocurrido eso, el animal pierde la consciencia en pocos segundos[2]. Los chillidos que se puedan oír posiblemente parezcan durar mucho tiempo, pero son cientos de ballenas muriendo una tras otra. El peor problema para los cetáceos es que le toque un verdugo inexperto que le haga sufrir más de lo necesario.
En cuanto a la cantidad que matan por año, las propias islas tienen regulaciones por las que hay un número máximo de especímenes en la caza, aunque en esto no interviene la Comisión Ballenera Internacional[3] puesto que hay un desacuerdo en cuanto a su autoridad al tratarse de pequeños cetáceos. También surge la preocupación de un posible peligro de extinción de la especie. Los datos más recientes sobre el número de ejemplares son de hace más de diez años, en los que se contaban en cientos de miles distribuidos por ambos hemisferios y en un tiempo en que la caza indiscriminada era más problemática que ahora. Esto no quiere decir que actualmente estén en peligro o no, de todas formas están protegidas por el Convenio de Bonn[4], algo que ha detenido en gran medida su explotación.
Puesto todo esto de relieve, queda claro que no se trata de un mero espectáculo en el que se hace sufrir a un animal lentamente hasta la muerte ante la mirada de cientos de espectadores, ni de una cacería furtiva para vender sus partes de manera ilegal, puesto que se trata de una forma de subsistencia de los habitantes de Feroe. Para juzgarlo como es debido habría que ver cómo es la gente, cómo vive, habría que asistir presencialmente a tal evento, ver qué herramientas se utilizan, qué trasfondo sociocultural tiene esta tradición, etc. Lo que veréis a continuación suele ir acompañado por el título “una imagen vale más que mil palabras”. Pues bien, son varias imágenes, pero no es suficiente para describir con claridad todo lo que conlleva el evento, ni mucho menos:
