Escritores
Manu López
 
 

Estaba en la playa jugueteando con unos niños pequeños, su risa, su forma de caminar, consiguieron que se despertara en mí la conciencia del amor.

Hasta ese momento, mi contacto con mujeres había sido esporádico. Alguna que otra visita a algún burdel de la zona y poco más, relaciones de pago que solo duraban una hora. Ya la había visto muchos días por allí, y me gustaba sentarme un ratito en cualquier roca a observar sus juegos.

Pero aquella tarde me decidí a acercarme hasta ellos con la intención de conocerla, no sabía cuál sería su reacción. Que un extraño se aproximara así sin más, no era normal en esos años.

Pero para mi sorpresa tu abuela aceptó de inmediato que participara en su juego con los niños. Después me contaría que me había visto pasear muchas tardes por la orilla y que me observaba desde la distancia, que con el tiempo se había acostumbrado a ver pasar a aquel hombre solitario y pensativo,  que fui formando parte de sus tardes de ocio.

Era hija de un militar. Su padre era coronel del ejército, un hombre sin escrúpulos que no tardó  en tratar de impedir nuestra incipiente relación, no podía permitir que su amada hija se relacionara con un pobre albañil que no tenia donde caerse muerto.

Nuestro primer año de noviazgo fue un infierno. Teníamos que vernos a escondidas en cualquier rincón cuando ella podía escaparse de una criada que siempre la acompañaba. La mujer estaba ya un poco mayor y para suerte nuestra, era una parlanchina incorregible. Así que cuando la buena mujer se paraba a parlotear con cualquier vecina, nosotros nos veíamos durante unos minutos. Eran maravillosos, pero efímeros.

No había perdido el contacto por carta con mis antiguos compañeros de batalla. La gran mayoría habían emigrado fuera de España y seguían vinculados de una u otra manera a los partidos que iban naciendo en  la clandestinidad. A través de ellos me entere de algo que haría cambiar radicalmente la vida de tu abuela y por supuesto la mía con ella.

Recibí una carta desde París, aún la tengo guardada, pero la recuerdo como si la hubiese leído esta mañana, era de mi amigo Juan. Él y yo luchamos juntos en la batalla de Reina, en la provincia de Badajoz, allá por el  mes de julio del ‘36.

Tras la guerra civil, se marchó a Rusia a pelear junto al ejército aliado contra los nazis, ahora estaba dentro de la ejecutiva del partido socialista en Francia, era con el que más contacto tenía, al explicarle mi situación con tu abuela, averiguaron todo lo que pudieron sobre su padre. En esta carta me contaba todo, decía más o menos así:

 
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