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Algo que contar
por Fred Schmidt
Un sueño realizado
 
 

Santiago de Compostela
Por Wally Schmidt, Traducción del alemán por Fred Schmidt

Santiago, esta ciudad sagrada,
un lugar que tanto nos agrada,
tiene muchos cafetines
y tantos grises adoquines,
que brillan en las callejuelas
después  lluvias como riachuelas.
La niebla se desliza por las calles,
así que pierden sus detalles.
Pero ya hace sol al mediodía,
el Dios del tiempo muestra otra fisonomía.
No es su intención que Santiago
esté cada momento tan mojado.

Peregrinos llegan caminando desde muy lejos,
profundamente encorvados y con pies pesados.
Pero nada más divisar por fin la catedral,
sus pechos se llenan de delicia celestial.
De golpe olvidan todo el agobio,
tienen ilusión de gozar un gran reposo.
Descansan, quitandose los zapatos,
y después, absortos en sus pensamientos,
acuden a la catedral que los ha atraído
para rezar, por eso han venido,
para documentar su fe y su creyencia,
para dar a Dios su entrañable reverencia.

Pero hay muchos que tienen otra razón,
y que no creen en ningún pecado ni perdón.
Han caminado numerosos días
para comprender mejor sus vidas,
para experimentar la bella naturaleza,
la llanura y la montaña orgullosa,
para ver una vez con los ojos abiertos
los bosques, los campos y los rios.
Se toma tiempo para ver lo que es bonito,

 

a veces,  con un gemido profundo y bendito.
Peregrinar no es siempre deleitoso,
pues el camino es largo y penoso.
Por la noche se consigna un descanso,
el sosiego sin zapatos es tan manso.
Se goce la vida, “es lo que hay”,
¡disfrutemos plenamente de todo, caray!

De otra manera nosotros vimos la ciudad
que tiene muchos encantos, de verdad.
Llegamos rápido, volando en un avión,
pero Santiago tenía nuestra adoración.
Nunca tuvimos que caminar tan lejos
y conocimos a amable gente y festejos.
Seis hijos y una tan preciosa pareja,
con quienes nuestra estancia no era compleja.
Para nosotros primero era muy raro,
pero siempre nos sentimos al amparo.
Desvanecidos eran todos los apuros,
ellos nos querían, éramos seguros.
Había muchas risas, mucha comida,
esta estancia nunca se olvida.
Eran tan amables, no era un drama
que la pareja nos diera su cama
y durmió ella misma en una colchoneta
como a menudo se acomoda una gata.
Juntos vimos las montañas y el mar,
hasta Finisterre pudimos andar.
La comprensión no nos resultó difícil,
español, alemán, inglés eran tan fácil.
Juntos bromeamos, mucho nos divertimos,
con mucho placer, alemanes y gallegos.
Guardamos de Santiago un nítido recuerdo,
como no podía ser de otro modo.

 
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