MI REALIDAD
Es difícil olvidar aquellos días. Ya han pasado muchos años, pero ese pasado sigue asaltando mi mente como si fuera una pesadilla. Me he dado cuenta que esa parte oscura de mi vida me seguirá siempre, sencillamente porque continúa allí latente, oculto, hasta que alguna situación detona una vorágine de recuerdos, que abren esas viejas heridas causando desolación y tristeza. Esa época pasó, sin embargo pensar en ello sigue provocando un gran dolor. Sí, muchas veces siento pena por mí, por no haber podido entender la vida con la madurez suficiente de alguien que estaba preparada para el matrimonio y que con mis veintiséis años, pensaba que así era. La mala elección, resultó ser la otra cosa en contra. El haberme casado con la persona inadecuada, cuando antes de él ya me habían pedido en matrimonio dos personas, ¡y les había dicho que no! ¿Por qué tuve que decirle que sí a Salvador? Perdí la cabeza por algunos meses y eso me arrastró a una situación donde no se miran las consecuencias hasta que se está en el mismo meollo del asunto. ¡Mira que casarme con alguien que me maltrataba!, pero ¿cómo saberlo? ¿Cómo hubiera sido mi vida si le hubiera dicho que sí a René o a Pedro? Demasiado tarde para lamentos. Ahora debo pensar que se puede mejorar como pareja y aspirar a estar con alguien acorde a lo que se espera de un compañero. Ya no asumo que esa vida es la de todos los matrimonios.
Después de esa horrible noche, me hallé en una gran disyuntiva. Con los ojos hinchados y sintiéndome lastimada por todos lados; por perder el control, por la falta de respeto y cariño... Pero, ¿hasta qué medida la propiciaba yo? Siempre tenía esa duda que me perseguía. ¿Hasta qué punto yo era la absoluta responsable de todo eso, y como podría mejorar o sobrellevar esa vida?
Se preguntarán, qué ocurría con él al día siguiente, ¿verdad? Si un día antes todo había sido verdadero drama, al igual que ustedes, yo estaba la expectativa de cómo iba a reaccionar. Después de un rato de estar en el sofá pensativa y recordando una y otra vez la noche anterior, lo único que obtenía como resultado era un terrible dolor de cabeza y un profundo agobio.
No sé en qué momento se había levantado, repentinamente se acerco hacia mí. Sentí su mano que me acariciaba, y muy sutilmente me dijo: