Para Marta Pantiga esta escritora asturiana, ya amiga de la casa, el arte es parte de su vida. Muchos le recordarán por sus trabajos tanto en lo literario como por su quehacer como restauradora de antigüedades. Parte de su vida la dedicó a la música y luego de completar sus estudios en Barcelona durante doce años donde se destacó en el ámbito de la restauración, regresó a Asturias, donde ha ejercido como profesora de restauración, sin abandonar su necesidad de escribir, que cumple ampliamente. Colabora en revistas literarias en internet, Minificciones, Artgerust, periódicos y ahora la tenemos con nosotros en ZK 2.0, donde nos deleita con su talento. Marta cuenta con una gran capacidad creativa y nos lo demuestra con sus relatos y su poesía, que si lo deseáis pueden remitirse a su blog, donde vuelca su pasión literaria. Pero para conocer más acerca de Marta, les dejaremos los enlaces para que visiten su trabajo. Ahora les dejamos con Taliesin...
http://taliesin65.wordpress.com
La Villa
La casa, o lo que quedaba de ella, estaba a la entrada del pueblo, al pie de lo que antaño fuera el paseo de las acacias y que hogaño es solo una prosaica carretera asfaltada. De las dos líneas de acacias que escoltaran al camino en sus tiempos de esplendor, solo quedaban cinco, desperdigadas a ambos lados, como empecinado recuerdo de otros tiempos más dulces. La villa, ya sin nombre, se erguía aun desdibujadamente hermosa, con el orgulloso regusto del tiempo pasado en sus paredes marchitas.
De una sola planta, era la parte posterior con su amplia terraza modernista, la que se dejaba ver al pueblo. La entrada principal con su pequeña avenida arbolada, quedaba oculta a los ojos de los viandantes, una seña más, de su marcada personalidad elitista.
Había sido la morada de un poeta celebrado, sede de reuniones del artisteo de su época, bailes, cenas, tertulias, lánguidos paseos por la vera del cercano río. Centro de reunión de escritores, músicos, arquitectos y gente estilosa de la alta sociedad. Pero ahora, el pasado esplendor dormía el sueño del olvido, arropaban sus muros tupidas enredaderas, se enseñoreaba el musgo por los suelos decorados. Ya nadie vivía en ella… ¿o sí?