anterior
siguiente
Pensamientos y esperanzas
por Diana Ríos
Ustedes los machos y nosotras las hembras
 
 

Ese día fue muy especial para mí. Quería gritar de felicidad, aunque estaba débil por ese permanente malestar, hasta parecía afiebrada.  Pero ahora estaba feliz. ¡Al fin estaba esperando mi primer bebe!

Me la pasé pensando todo el día cómo decirle a Salvador la noticia.  ¡¡Sí!! ¡Al fin ya no me va a decir que es un castigo de Dios que no esté embarazada por prevenirlo!  Ahora él se sentirá orgulloso de  mí y me tratará mejor, pensaba. ¡Por nuestro hijo va a cambiar; sí, seguro va a cambiar!

Llegué a la casa pensando en preparar  una comida especial que no se concretó…, ese día, también vino tarde. Pero ya no importaba tanto porque tenía tantas cosas en mi mente..., “Un hijo” ¡Seré mamá!

¡Mamá, que palabra tan hermosa!  Me quedé recostada en un sillón que tenia individual, de esos que se  empuja con los pies y uno se recuesta para ver la televisión.  Empecé a hablarle a mi hijo o hija, porque no sabía aún qué era. Solo sabía que  iba a hacer mamá.   Ahora era una mujer completa. Antes de eso, sentía que algo me faltaba. Cuando pensaba que quizás no podría llegar a serlo, me embargaba un sentimiento de quebranto emocional muy grande, y culpabilidad, por evitarlo durante tanto tiempo.

¿Cómo estás pequeño? Acariciando mi estómago, le decía: sabes, te quiero mucho, y no puedo creer que tú crecerás en mi vientre poco a poco. Que vas a alimentarte de mí, hasta que estés grandecito y puedas conocer el mundo. ¡Cómo te quiere mamá... ¡Y papá también!, ¿sabes? Él todavía no sabe que va a serlo, pero seguro que cuando lo sepa dejará de beber. Porque sé eres muy pequeñito, pero todo sientes y  tendrás nuestro cariño. ¿Qué serás? ¿Niña o niño? ¡Qué emoción!

A pocas semanas el pantalón aunque pareciera mentira, ya no me quedaba bien, me sentía hinchada del estómago y al tocarlo  me daba la sensación de estar de más de cinco meses, aunque apenas se me notaba.

Por un momento logré olvidar a Salvador, solo estábamos mi hijo (a) y yo, platicando y cantándole canciones de cuna. Me emocionaba hasta las lágrimas. Mi hijo iba creciendo a cada minuto, cada segundo. No se puede describir la alegría.

Allí, en ese rostro acostumbrado al dolor, al llanto... Ahora existía una enorme sonrisa que no se me quitaba por nada del mundo. ¡Qué felices momentos!

 
  menu 126