Sin embargo, en otro periódico salía a la palestra el mismo comandante en jefe de la Armada, Almirante Edmundo González, quién informó que se patentaría el diseño y nombre de las cápsulas construidas por Asmar (Astilleros y Maestranzas de la Armada). Al parecer, con el éxito del rescate, ahora serán los que tengan en sus manos el armado y comercialización de dichos artefactos, con la consiguiente garantía e indicaciones de su funcionamiento. De alguna manera quieren evitar que empiecen a pulular prototipos que no porten las medidas de seguridad ya probadas y de paso... asegurarse la supremacía sobre dicho invento. Lo que sí dio la Nasa es apoyo, enviando unos expertos para proporcionar a los mineros una atmósfera adaptada a los ciclos naturales (noche-día), ya que las condiciones se acercaban a las de los astronautas en el espacio. Debían tener una dieta con aporte extra de vitamina D, por la falta de luz solar, y una serie de rutinas de ejercicios y actividades que les mantuviera saludables y ocupados. Eso minimizaría las posibilidades de caer en pozos depresivos y asegurarles un estado aceptablemente saludable. Un equipo de psicólogos les preparó una rutina de distracciones, por medio de juegos de mesa y varias horas de televisión, pero su contenido fue estrictamente seleccionado y supervisado en relación de no aportarles ningún tipo de conflicto traumático o sumirlos en melancolías. En general accedían a cine de acción o comedia. Una de las cosas que sorprendió a la opinión pública fue que se les negó PSPs que una empresa les había enviado, para que pasaran entretenidos con videojuegos las horas. La explicación fue muy coherente: los rescatistas querían que estos hombres se mantuvieran atentos a su entorno y con relación a sus compañeros; que ante alguna situación de emergencia estuvieran en contacto con la realidad y no sumidos en juegos virtuales, que sabemos bien, abstraen del entorno al que se adiciona, provocándole una excesiva necesidad de aislamiento. Luego llegaría el momento que les necesitarían en forma y bien atentos, para el trabajo de “autoayuda” para el rescate, ya que ellos desde abajo debían también trabajar despejando el orificio excavado y que desde arriba encamisaron con concreto, por donde deslizarían las cápsulas Fénix.
En el gráfico que exponemos a continuación, muestra el diseño del Fénix y cómo iban siendo rescatados cada uno de los 33 hombres, respetando los turnos que se dispusieron según capacidades y experiencia. Los primeros, los más capacitados para resolver cualquier contingencia que pudiera surgir en el ascenso. Una de los inconvenientes que podían surgir, durante el ascenso, era que parte del túnel hecho para la cápsula colapsase, se atascase en alguna parte de los 688 metros de recorrido. Para eso se había dispuesto una especie de división, es decir el tripulante desde el interior podía abrir al medio el receptáculo, de modo que la parte inferior con él, pudiese volver al refugio, utilizando una especie de sistema hidráulico que le iba amortiguando el descenso. La otra parte, se encargarían desde la superficie, de recuperarla, solucionar el problema y enviar otra de las cápsulas para continuar el rescate. Se había pensado en todo muy meticulosamente.