Poco a poco, fue incursionando en las distintas actividades que se desarrollaban en la Compañía Lasky, primero como montador, más tarde como director artístico y guionista para diversos directores de la época. Allí conoció a Alma Reville, quién trabajaba como montadora y en el año 1926, se convirtió en su esposa de toda la vida. Fue su compañera, la madre de su única hija Patricia Hitchcock. También siguió trabajando junto a su esposo como ayudante de dirección y guionista
. Realizó una infinidad de obras que lo convertirían en el ícono del Séptimo Arte del cine inglés. A través de sus películas ¡Murder! (¡Asesinato!, 1930); The man who knew too much (El hombre que sabía demasiado, 1934) y The 39 Steps (39 Escalones, 1935) reforzaría su prestigio como director. En el año ’37, su fama había cruzado el océano. Fue convocado por una importante productora de Hollywood y para 1939, se trasladó a Estados Unidos con su familia para realizar el film Rebecca, una mujer inolvidable, bajo las órdenes de Selznick (el productor del afamado film “Lo que el viento se llevó”). En ese film juntó a dos grandes de entonces: Joan Fontaine y Sir Lawrence Olivier. La segunda película americana del genio, Foreign Correspondent (El corresponsal extranjero, 1940), se situó también en Europa, que para entonces afrontaba la Segunda Guerra Mundial. Los decorados que se utilizaron, fueron en parte los realizados en los estudios de Hollywood y el resto escenas reales de la Europa sumida en la guerra. Esto le valió una nominación a la Mejor película.
Una de las favoritas de Hitchcock fue Ingrid Bergman, por ese encanto misterioso que tan bien resaltaba en sus actuaciones, sobre todo las de tono de intriga y suspense como lo dejó plasmado en Spellbound (Recuerda, 1945), con una magnífica actuación junto a Gregory Peck
. Cabe destacar que este film, tras seis nominaciones al Oscar, se llevó la de la banda sonora. Un dato interesante: la película transcurre en un psiquiátrico. Tiene una serie de momentos o secuencias que simulan ser un sueño y ese onirismo está representado a través de una serie de pinturas y decorados con la fuerza del surrealismo y excentricidad del mismo Salvador Dalí, quién las preparó personalmente para dichas escenas. Por supuesto una vez más Hitchcock, aparece en un par de ocasiones en las que hay que estar atentos, pues puede pasar por un extra.